AQUEL HOMBRE SE
MARCHÓ ALICANTE
Soplaban vientos del norte
y sus lágrimas flotaban,
pensó seguir el resorte
que en Alicante le daban.
Atrás quedaron los llantos
por una esposa adorada,
además de sobresaltos
de alguna noche marcada.
El hijo que tanto amaba
le dio cobijo en su casa,
y su soledad dejaba
al ver que la mar amansa.
Alicante de pasiones
con luces en la distancia,
el hombre tuvo emociones
que le dieron arrogancia.
Playas que fueron caricias,
en las tardes encantadas,
sus ojos vieron delicias
entre palmeras amadas.
Pisó Las Ramblas de noche,
camino de madrugada,
nunca quiso poner broche
alguna senda anhelada.
Miró la Cara del Moro,
suspiro junto a la playa,
puso a su vida decoro,
aunque nunca se desmaya.
El Castillo de testigo
para sentirse expectante,
su vejez no es un castigo
al vivir en Alicante.
El recuerdo le motiva
en La Ciudad de Alicante,
mientras su vista le activa
al sentirse más constante.
G X Cantalapiedra.
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