EN AQUEL ATAQUE DE LOCURA LA NOCHE LE MALTRATO
Eran los primeros días del mes de diciembre, en aquel valle se sentía demasiado el frío reinante, y el hombre que acudió a su antiguo domicilio, desde la ciudad, acababa de sufrir un ataque de ansiedad, el médico de cabecera o familia, le había dado la baja por depresión, y sin el pesarlo dos veces, se marchó a darse una vuelta por su antigua vivienda, que llevaba casi treinta años abandonada. La llegada fue optimista, aunque sin tardar muchos minutos, empezó a sentir voces extrañas, que le llamaban desde diferentes sitios, el hombre quería atender las llamadas, pero eran sus oídos un verdadero volcán de ruidos y soniquetes extraños, que lo único que le parecían aquellas voces, eran las de sus familiares ya muertos. Sin pensarlo dos veces salió de su casa a la calle, para entender aquel momento tan difícil para poder pasar la noche allí dentro, y además siendo la casa antigua y oscura, una luz que alumbraba muy poco. soltaba unos chillidos sobre la esquina de la calle. donde se encontraba instalada. Aquel pueblo estaba casi abandonado, los pocos vecinos que allí seguían, se encerraban a cal y canto a la metida del sol, y no querían saber nada de sus calles vacías y solitarias. Todo parecía una horrible pesadilla, para el hombre venido de la ciudad, que sin embargo volvió de nuevo a entrar en aquella casa, que estaba llena de telas de araña, por todas partes, y que las viejas maderas parecían rechinar, a la vez que el candil daba sus pocos reflejos de luz. Todo parecía ser una enorme pesadilla, su ilusión de descansar en aquella vieja vivienda, se le había venido abajo, en el sotechado de la parte trasera de la casa, aún quedaba leña seca, que el hombre uso para encender una buena hoguera en su cocina, que al tiempo de arder las llamas, se quemaban las telas de araña, de aquella chimenea, mitad de tapial y adobe. La casa al estar abandonada, no tenía luz eléctrica, ni agua corriente, solo algunas viejas fotografías, y cuadros de recuerdos de la primera comunión de el mismo y sus familiares, Todo era una torpeza, el estar allí metido y encima con temperaturas bajo cero. De su maleta saco dos mantas que llevaba, y sobre un somier de madera carcomida, trato de hacer una cama para poder dormir, el frío se notaba con fuerza, las ventanas apenas cerraban, y los cristales, no existían como protectores de aquel día, donde la niebla, empezó a ser una aliada del gran frío reinante. La noche estaba avanzando, el hombre sobre la cama, sentía ruidos que se le acercaban con fuerza, llego en un momento a sentir los pasos de aquel abuelo, que le reñía por sus travesuras infantiles, cuando tenía media docena de años. Más el estaba vestido y envuelto sobre las dos mantas, y trataba de no escuchar nada, sin poder lograrlo. Sus ideas de levantarse a tratar de echarle aceite al candil, para que siguiera alumbrando toda la noche, le parecían raras, ya que su soledad le dejaba atónito y sin ganas de mover un dedo. Los ruidos no pararon en toda la noche, los ecos de las voces seguían sonando, incluso los ruidos de las herraduras de sus burros y mulas, las escuchaba pasando por el ancho portal, de piedras y cantos. Todo era un volver a sus raíces, que ya tenía olvidadas, pero que aquella noche, se apoderaron de sus miedos, y le hicieron retroceder más de cincuenta años hacia atrás. A las cuatro de la madrugada, medio helado se levanto de aquel lugar que nada tenía que ver con un dormitorio actual, y sin pensarlo dos veces, a la luz del candil, empezó a moverse por aquel portalón, que de niño lo uso como su lugar de juegos. El miedo se extendía por todo su cuerpo, las voces y ruidos eran permanentes, su seguridad no le importaba, y solo los recuerdos le hacían daño, grito varias veces, preguntando a sus antepasados, el por qué de aquella forma de recibirle. Pero solo el silencio momentáneo se escuchaba, Luego pasados unos minutos de dudas, volvían los ecos y voces de personas que quizá el no las conociera. Más en aquel terrible silencio sin respuesta, el miedo se agrandaba, y sin atreverse a salir a la calle, por estar a oscuras total, al haberse apagado aquella bombilla que metía ruido, tuvo que pasar toda la noche en un penoso calvario. Hasta que el amanecer le dio fuerzas para salir de aquel lugar siniestro corriendo, de nuevo a la ciudad de donde llego aquella tarde de diciembre. Que aún era otoño. Pero el hombre jamás llegaría a contar su mala experiencia. G X Cantalapiedra .