miércoles, 2 de septiembre de 2015

CUANDO LA TORMENTA SE DESATA

CUANDO LA TORMENTA SE DESATA, NO SE PUEDE DETENER Eran primeros días de septiembre, de aquellos años del siglo XXI. Aquel conductor y su familia, trataban de llegar a la villa más cercana, pero el destino les hizo vivir una experiencia inolvidable, cuando acababan de bajar una penosa cuesta, llamada la de la muerte, empezaron a ver como el cielo se encapotaba de un color negro y feo, a su lado llevaban un río que apenas corría el agua, sintieron miedo profundo, al ver como los relámpagos, se dejaban ver entre pinares y enebros, después de pasar la unión de otro río afluente sobre el caudal del rio principal, el automóvil en el que viajaban, empezó a dar tumbos, el conductor sin dudarlo exclamo, ”hemos pinchado”, y en la penosa oscuridad, pusieron los triángulos obligatorios de señalización de peligro, con las prisas que surgían ante tan grande tormenta, sacaron rueda y gato, para elevar el coche, y poder cambiar la rueda, aunque en sus últimos momentos, las gotas de lluvia y el granizo, azotaban la carretera comarcal, no tardaron mucho en ir frenando sus impulsos, al ver como el granizo dañaba todo en su terrible camino, las cunetas fueron poniéndose blancas, el conductor y sus acompañantes, trataban de poner gamuzas, para sujetar el parabrisas, que estaba siendo dañado por el pedrisco, y la velocidad casi nula, les hacia mucho más larga aquella carretera, que parecía no tener fin, después de un cuarto de hora, diluviando y granizando, el agua corría hacia la rivera del río principal, buscando su salida natural, cada minuto que pasaba, el agua subía de nivel, inundando incluso las cunetas y sus campos más inmediatos, vieron a lo lejos entre dos luces, como reflejaba el agua, que corría por las orillas de aquel río en agosto medio seco, querían divisar la torre de tan bonita villa, pero la cortina de agua lo impedía, tampoco divisaban la atalaya y su castillo, además de alguna ermita y cruces en las cumbres de dicha villa, todo parecía penumbra y peligro, no sabían si detrás de cualquier curva, estaría la carretera, como un pantano, todo parecía arriesgado, el coche había quedado dañado su chapa por el pedrisco, y el parabrisas delantero algo tocado, por la cantidad de granizo, todo parecía peligroso, aunque todos los ocupantes preferían seguir adelante, ante tal adversidad. Faltando un par de kilómetros, antes de llegar a la villa, vieron imposible el circular, el agua no dejaba ver la carretera, y el río parecía desbordado, vieron un paso de carruajes a su izquierda, más elevado que dicha carretera, y no dudaron en entrar allí, luego decidieron seguir caminando, con sus paraguas, para llegar a la villa, donde querían saber, que es lo que había ocurrido sobre el terreno que pisaban, era complicado el seguir caminando, fueron por linderones y cotarros, hasta poder llegar a dicho lugar, donde las gentes de aquel lugar, trataban de protegerse de aquella terrible avenida de agua, sus calles estaban al borde de las inundaciones, y los sacos terreros y maderas, sujetaban la tremenda llegada del agua, de esa tormenta, que parecía que no tenia final, fueron instantes de tensión y miedo, las ayudas de los vecinos que sus casas estaban lejos del río, no era lo suficientemente preparada, su voluntad si, y entre todos luchaban por detener aquella invasión de su villa, que parecía que aquel río que terminaba en el Duero, no era lo que algunos llaman caudaloso, para proteger a dicha villa, de tan horrible tormenta veraniega. Fueron minutos quizá horas de estar luchando contra la naturaleza, nadie se dio por vencido, y todos se vieron comprometidos. La huella de aquel viaje, jamás se quedaría en el olvido, sus colinas serranas, y sus álamos junto a la ribera del río, serian testigos permanentes de dicho acontecimiento, sus puentes para cruzar el río, llegaron a ser cubiertos al completo, por dicho agua, que parecía arrastrar barro y vegetación, de color pardo oscuro. El desfiladero de aquel río hacia el Duero, fue anegado totalmente, sin poder dejar pasar a nadie ni a los vehículos de motor, todo parecía un diluvio en aquellas horas de sobresalto, los corazones empezaron a sentir algún relax, al comprobar que la lluvia dejaba de caer con tan feroz fuerza, más tarde el relajamiento, se iba haciendo más normal, y los ocupantes del automóvil, regresaron para continuar su camino, hacia donde tenían previsto viajar, eso si con el susto y los desperfectos de chapa, en su vehículo, pero con la alegría de seguir vivos, 2 – 9 – 2015 G X Cantalapiedra.

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