LAS MISERIAS DE UN BAUTIZO
Era el año de mil novecientos cincuenta
y cinco, en aquella villa castellana, existía un párroco poco cristiano, aunque
representara a la iglesia católica, y existía una familia que acababa de nacer el
noveno hijo, sus posibilidades económicas eran nulas, el marido y padre de
aquella familia castellana, aunque era trabajador, y fue excombatiente de la
división azul, sus posibilidades de poder tener algún dinero, para esos casos
era nula. Más aquel cura gordo, y con muy poco de humanismo, se llego a enterar
de que no le habían ido a bautizar al recién nacido, entonces una mañana al
terminar la misa, le indico al sacristán, que les comunicase su presencia
aquella tarde noche, en la sacristía, a el padre y el recién nacido, con dos
padrinos, cosa que el sacristán durante el día, les avisaría a dicha familia, y
en aquellos años de nacional catolicismo, no les quedó más remedio, que acudir
aquella tarde noche a bautizar al niño recién nacido, Aquella fecha tuvo sus
testigos, tres monaguillos, el sacristán y el cura de dicha parroquia, que ya
llevaba asentado en la villa varios años. El cura después de tomar nombres de
los padrinos y padres, se dirigió a la pila bautismal, y allí le derramo el agua
sobre la cabeza del recién nacido, que debía de tener más de tres meses. En la sacristía
después de bautizado el niño, el cura sabiendo de sobra que era la familia más
pobre de la villa, les dijo que el bautismo costaba diez pesetas, y el padre
del niño le replico, no tengo ningún dinero, y además el sacristán me dijo que viniésemos
a bautizarle al niño, lo que contesto aquel cura gordo y sin humanidad, todos
los trabajos deben de ser pagados. En aquel momento, los tres cuñados del padre
del niño, se echaron mano a los bolsillos, y entre los tres contando sus
dineros en calderilla, consiguieron lograr la cifra de diez pesetas, que era la
cantidad que aquel cura cobraba por cada bautizo. La noticia se corrió por todo
el barrio obrero de aquella villa, reconociendo de sobra cómo se las gastaba
aquel cura, que no era de un lugar muy lejano de aquella villa. Muchos
cristianos que se enteraron, de tan torpe acto, en aquel lugar comentaron, Los
pobres de solemnidad, no podemos ser católicos, sí seremos cristianos, pero con
humanidad y cristianismo, ya que Jesucristo expulso a los mercaderes del
templo, y parece que hay personas, que siguen haciendo su negocio a cuenta de
los seres humanos, que quieren seguir en tan penosa actitud. Han pasado muchos
años, de aquella familia en su villa, no queda nadie, un primo del niño
bautizado, era amigo mío desde que nací, y hoy día descansa en la ciudad de Calpe,
Alicante, para toda la eternidad, más cada vez que visito Calpe, que voy a
menudo, se me representa aquella tarde noche, con sus miserias de las que yo
fui uno de los tres testigos, que en aquel momento, ya que yo era monaguillo, y
pienso que hasta el día de mi muerte, sí la madre naturaleza quiere, lo tendré en
mí mente, para diferenciar, el Catolicismo, del Cristianismo, y saber
distinguir el bien del mal, del ser que practica el humanismo, del que solo viví
pensando en aumentar su capitalismo sea como sea, sin importarle sí tienen esa
noche algo que llevarse a su boca, sus vecinos o gentes humildes del entorno. A veces la vida
te pone en lugares, que te hacen decidir entre el bien y el mal, entre sentir
los problemas del que pasa hambre, siendo una persona decente y humilde, y del que
tira la comida sin antes mirar a su alrededor, por sí alguien está sin comer todavía, y no tiene
ni una peseta, para poder comprarse una barra de pan, para calmar su apetito, No
quiero sentirme moralista, pero este acto, del que fui testigo, hoy quise
sacarle a relucir, entre mis paisanos y amigos, en esta época donde Jesucristo,
entrego su vida por darnos ejemplo, de dignidad humanidad y pobreza. De este
mundo estoy seguro que no nos llevaremos nada, Lo dijo Onassis, en el momento
de su muerte, con estas palabras frías y ejemplarizándolas. “Me voy vacio de esta
vida, todos mis lujos y mí dinero, no me los puedo llevar al otro mundo, solo
me acompaña el vacio”…
G X Cantalapiedra.
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