BUSCANDO LA MAGIA NEGRA EN CASTILLA
LA VIEJA.
Era el año de 1912, en la España rural,
de aquella época, donde existía mucho curanderismo y brujería, lo que le llevo aquel
hombre, de unos veinticinco años de edad, a iniciar el camino de las tierras
frías de Castilla la Vieja, para poder conocerlas a fondo. Su economía era
bastante buena, ya que acababa de heredar bastantes riquezas, y sin dudarlo
demasiado, se compro un buen caballo, y sin tardar muchos días, inicio su largo
viaje, camino de la provincia de Segovia, donde inicio su investigación de
magia negra, Su salida de Madrid, la realizo por la zona de Somosierra,
habiendo parado a dormir y descansar, en el Pueblo de La Cabrera, donde en un
paseo nocturno, con un vecino, de esa localidad, se acerco hasta el Pico de La
Miel, donde la superstición tenía su encanto, era un lugar que te daba
aliciente de poder escalarlo, y alejándose de allí aquella noche del mes de
septiembre, algo le decía que estaba en el buen camino, para poder lograr lo que
el tanto había buscado. Su viaje le llevaría hasta Sepúlveda, ciudad de siete
puertas según la tradición, y donde la noche que allí pasó, le hicieron pensar
en el pasado. Sin esperar mucho a la mañana siguiente, tuvo que herrar a su
caballo, para continuar viaje hacia su misterioso destino. Su recorrido a veces
galopando y otras andando, le llevaron hasta Riaza, desde donde la sierra, aún en
septiembre, por las noches corre un viento helador, que le hicieron desistir de
sus paseos nocturnos por el llamado Rasero. Sin detenerse demasiado, llego
hasta Ayllón, un lugar amurallado, y con sus muchos recuerdos de la época medieval.
Pero sin encontrar nada de los misterios que el andaba buscando, al día
siguiente se decidió cruzar los Altos de Ayllón, ahí sí su mente sintió ráfagas
de misterios, eran unos llanos todo en aquella época del año en rastrojeras,
sin tener la posibilidad de poder ver ningún lugar habitado a la vista, y la
distancia aún con el sol de medio día, parecía aun mayor, el sudor del caballo
y caballero, hacían mella sobre tan duro paisaje, después de varias horas de
camino, se encontró en Peñalba de San Esteban, un lugar con verdadera magia, su
iglesia con portalones romanos, y sus álamos al rio, le hicieron sentir un poco
su optimismo, que aquella noche en su posada, se convertiría en miedo sin
tregua, toda la noche soplando un aire tremendo, y sobre la ventana de aquel
pequeño dormitorio, chirriaban las maderas, al tiempo que su caballo soltaba quejidos,
al levantarse por la mañana, pregunto si existían en el lugar aquel curanderos
o brujas, la respuesta fue un toser del posadero, que le indico a unas dos
leguas está San Esteban de Gormaz. Allí pregunte lo que quiera, aquí queremos
vivir tranquilos. El joven sin dudarlo continúo camino, aunque sin quedarle
claro aquel comentario del posadero. Llegando a San Esteban de Gormaz, paro su
caballo, y contemplo su arruinado Castillo, todo aquel lugar en ladera, hasta
la Virgen del Ribero en la cima. No dudo en caminar con su caballo por sus
estrechas calles, y ver el río Duero entre árboles que todavía, conservaban sus
hojas. Allí pregunto si existían curanderas o magos, y alguien que no era de
esa localidad, le acompaño hasta la casa de una curandera, que tan solo la comento,
que tenía dolores en la espalda, y aquella mujer le dijo. Usted busca misterios
y brujería, tendrá que viajar mucho más lejos, le recomiendo que se vaya hasta Barahona
de Las Brujas, y sin pensarlo demasiado, el joven inicio su marcha, pasando por
El Burgo de Osma y Berlanga de Duero. Para continuar por aquellos caminos de tierra,
hasta Ribas de Escalope, donde su información le llevaría hasta Barahona. El joven
pensaba encontrarse allí los misterios de la magia, pero solo se encontró con
la famosa Piedra del Confesionario de Las Brujas, trato de buscar sus símbolos,
viendo que su iglesia se asentaba sobre un Castillo Árabe, desde donde según
algún comentario, existía la misma distancia a diferentes puntos de España.
allí en Barahona, se instalo varios días, hablo de aquelarres con algún vecino,
que le intento comprar su caballo, a lo que él ni le dio importancia, aquellos
días de investigación, le parecía estar sobre una cima de suelo, donde el sonido
provocado por su caballo al andar, retemblase bajo sus cascos, como si fuera un
lugar de simas, aquel mágico pueblo, sin tener demasiados vecinos, era parte de
lo que él buscaba, era la Castilla oculta y misteriosa, al tiempo se entero, de
el paso de personas y carruajes, desde Medinaceli, hacia Almazán, o siguiendo el
camino de Pamplona, donde los Aquelarres eran el paso a el más allá….. G
X Cantalapiedra.
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