miércoles, 8 de mayo de 2019

Y VOLVIÓ PARA SIEMPRE A LA SECA

Y VOLVIÓ PARA SIEMPRE A LA SECA En aquel día triste del mes de octubre, se dio cuenta que su vida caminaba hacia el final del recorrido, y viéndose en un estado poco favorable, cargo su maleta con lo imprescindible, y arranco de aquella pensión, donde llevaba algún tiempo viviendo, pero que al no ser la tierra donde había nacido, ni la ciudad que le había acogido en su juventud, no la tenía demasiado aprecio. Se dirigió a la estación de autobuses, donde sin dudar un momento, cogió su billete de ida a la ciudad castellana de Valladolid, donde al llegar de nuevo se volvía a subir en el autobús que le conduciría hasta la Villa de La Seca, y sin pensarlo dos veces, se marchó con su maleta, hasta una casa de un antiguo amigo, que al día siguiente le acompaño hasta la Residencia de Mayores, que existe en la carretera de Pozaldez. Aquel hombre con más de ochenta años, y con su corazón un poco afligido, y a la vez cansado de andar caminos, queriendo quedarse en el lugar donde había visto la primera vez la luz del sol, decidió afiliarse a dicha Residencia, donde días después sería acogido, con muestras de aprecio y cariño. Allí sin dudarlo empezó siendo una persona normal, pero sus sueños diarios le llevaban a su pasado un poco tempestuoso, y en su soledad de caminante por aquellos lugares de su infancia, notaba la presencia de sus mayores, que descansaban en el cementerio de esa Villa castellana, y que desde que fallecieron pocas veces les visitó pero eso sí, muchos días de sus paseos, decidió visitarles y comprobar si podría descansar eternamente allí, al lado de sus parientes queridos. De vez en cuando miró a La Granja, la notaba como si estuviera desnuda, aquella Cruz de madera que se divisaba desde muchos lugares, no existía, era un terreno lleno de viñas, pero sin aquel recuerdo que de niño él le tenía metido en su cerebro, sus pasos por aquellos recuerdos le hacían volver a su niñez. Más todo le parecía bien, el solo pretendía ser un hombre tranquilo que deseaba ver venir a la muerte en paz, y que su vida tan transitada y con muchos traspiés, le dejaran un lugar para decir adiós a este mundo sin marcar rencores. Aunque no sabía cómo se encontraba de salud, él al andar se daba cuenta que los años se le habían echado encima, y sus piernas y sobre todo la vista y el corazón le fallaban de vez en cuando. El médico rural de aquella localidad, en un análisis de sangre, le detecto cantidad de fallos en su organismo, y le recomendó que tratara de andar despacio y por terreno llano, y que no probara la sal, y se quitara del café y bebidas alcohólicas, y nada de nada de fumar, ya que sus pulmones habían estado en contacto con los humos de vehículos de motor. Todo eso el hombre lo sabía, era repetición de lo que le habían recomendado en aquel lugar que dejó para venirse a La Seca. Donde tranquilamente esperaba recibir el billete de ida de su último viaje, eso si, este sin retorno y sin poder elegir otro destino que el que ya tenía asignado. Todo aquello le parecía tan normal, que a su viejo amigo le recomendaba estar preparado para cualquier momento de su despedida, y sin hacer demasiados comentarios sobre dicho tema, le decía, somos los seres humanos parecidos a las viñas, nos plantan, crecemos, vivimos, producimos, y cuando llegamos a viejos que solo somos recuerdos, nos queman en diferentes lumbres, para de nuevo volver a plantar nuevas viñas que volverán a dar sus uvas, y así los terrenos seguirán produciendo esas uvas tan dulces verdejas, que darán esos tan preciosos vinos. No debemos darlo vueltas, estamos de paso, esta vida es un puro accidente de la Madre Naturaleza, que la gusta tener una colección de animales plantas y otras cosas, que la dan sentido a ella, para seguir mandando sobre todo lo que la importa en el Planeta Tierra. Y que cuando se cansa de ver lo mismo, sin apenas moverse, hace que así sea. El hombre y su amigo seguían día a día viéndose, mientras esperan el final de sus viajes sin retorno, en esa Villa de La Seca, Valladolid. G X Cantalapiedra.

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