POR CARRETERAS CATALANAS A LA TUMBA DE
DON ANTONIO MACHADO
Aquel joven castellano, con la edad de
seis años, fue a conocer de cerca, la tumba de un gran poeta español, cómo fue Don
Antonio Machado, sus padres haciendo alarde de valentía, en aquellos años donde
el salir de España, era bastante complicado, y mucho más con niños en una edad
tan temprana, ya que iba con él su hermana que aún era menor. El recuerdo de
aquel viaje, aquel joven le tenía presente, y una vez casado, preparo su viaje
hacia tierra francesa, desde Madrid su ciudad natal, marchó camino del
Mediterráneo, donde en Burriana, Castelló, paro tres días, para después continuar
por toda la costa, hasta llegar a tierras catalanas, donde pudo disfrutar de su
paisaje y playas, parando en Barcelona, para poder visitar su Puerto y Ramblas,
y seguir camino de Mataró, Calella, y continuar hasta Rosas. Todo su viaje era
recordar, algunas cosas casi olvidadas, pero muchas veces vistas en fotos y
videos, que le hicieron sentirse mucho más joven que en verdad era. Atravesó
Los Pirineos, cómo había hecho de niño, pasando por el camino de Por bou, sintiendo
el vértigo de su altura, al mirar el Mar Mediterráneo, en la carretera estrecha
de la frontera, casi situada en la cima entre las dos naciones. Los recuerdos
le flotaban sobre su mente, su esposa se encontraba emocionada, al comprobar el
Mar Azul desde la cima, y después de unos minutos continuaron camino de
Colliure, para poder visitar tan preciado lugar. Aquellos veintiséis kilómetros,
que separan la frontera de la Villa de Colliure, les parecieron demasiado
largos, las viñas de un lado y otro de la carretera, estaban muy bien cuidadas,
y los anuncios de vinos y demás bebidas alcohólicas, se notaban por todas
partes. Los poemas que de memoria sabía el matrimonio, de aquel poeta que murió
en el exilio, un veintidós de febrero de mil novecientos treinta y nueve, se
dejaron oír dentro de su automóvil, El famoso “Caminante no hay camino sí no
estelas en la mar”, y otros muchos versos que les sentían desde la infancia,
incluso la esposa, desde niña era aficionada a la lectura de poemas. Toda aquella
distancia, era un verdadero recital de poemas machadianos. Que muy pronto al
llegar a Colliure, pudieron repetir delante de la tumba, de tan famoso poeta.
Unos claveles rojos depositaron sobre la tumba, donde había otras flores
adornando sus ladrillos macizos, y casi medio llorando en aquel Campo Santo, que
ocupa el centro de dicha localidad, salieron a recorrer la playa de piedras
pequeñitas y su puerto, que algún día aquel hombre español, por los cuatro
costados, tuvo que andar, para ver llegar el final de su último viaje, y a los
tres días el de su propia madre, Ana Ruiz, que le acompaña en su tumba. El paseo
por Colliure, fue muy aleccionador, calles estrechas, con muchas tiendas de
arte y pintura, y un buen trato a los españoles, quizá por ser diariamente, visitantes
de aquel hombre, que nos dejo la lección muy clara, sobre el españolito, y la
España de charanga y pandereta, además de poder expresar su final cuando era un
poeta poco conocido, dejo escrito este verso, que casi todos lo hemos
escuchado. “Cuando llegue el día del último viaje, y este al partir la nave, que
nunca a de tornar, me encontrareis a bordo, ligero de equipaje, casi desnudo, cómo
los hijos de la mar”. Desde niño aquel joven, fue un seguidor de Machado, su
padre le inculco, el amor a la poesía, y en ese sentimiento se veía feliz y
contento, y delante de aquella tumba, sus ojos reflejaban el amor hacia la historia,
que desde niño conocía. El retorno a Madrid, lo hizo por La Junquera, pero
dentro de su mente, tenía el recuerdo, que desde esa edad de seis años, nunca
le olvidaría, aquel viaje fue un encuentro consigo mismo, y el retorno por la
carreteras de Cataluña, le parecieron el regreso a la realidad, de lo que fue
España en aquellos difíciles años, donde muchas personas, tuvieron que abandonar
su verdadera patria, a la que siempre quisieron, pero las malditas guerras, dejan muchos muertos y heridos, que tan solo
quieren vivir en PAZ.
G X Cantalapiedra.
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