miércoles, 18 de noviembre de 2015
ERAN TIEMPOS DE SILENCIO EN LA RIBERA DEL DUERO
ERAN TIEMPOS DE SILENCIO EN LA RIBERA DEL DUERO
En un lugar de Castilla la Vieja, en los años mil novecientos sesenta, el drama era un continuo sin vivir, la emigración era el pan de cada día, y las pequeñas empresas industriales, se veían desaparecer sin ningún remedio. En aquel raro ambiente de posguerra, el silencio imperaba con el más absoluto misterio, nadie comentaba nada en público, y en los hogares de aquella localidad el mutismo era reinante. Las tragedias sé amontonaban sin saber si tenían algo de maldición, o era cosa del demonio. Hubo fuegos tan grandes como el de una fábrica de harina, con fecha anterior a la que aquí reproduzco, que quedo hecha cenizas, el propio Consistorio, salió una madrugada ardiendo, con un grupo de escuelas graduadas envidia de dicha comarca, además de otras dependencias, sin investigar las causas, del grandísimo incendio, ni buscar un responsable, todo quedo en el silencio. Sin a ver dado tiempo a pensarlo, sé cayo la torre, hundiendo a su paso, media iglesia parroquial, sin esperar nada bueno, las bodegas que estaban debajo de las casas de la localidad, se empezaron a llenar de agua, hundiendo varias viviendas, y otras teniéndolas que abandonar, al presentar ruina inminente, sin dejar atrás los incendios de la fábrica de alcohol de una bodega famosa de aquella comarca, que se repitió otra vez con el paso de los años. Todo parecía caminar hacia el total abandono, de dicho lugar, la emigración cada día era noticia, siempre había alguien que cogía su maleta y marchaba a donde dios le diera a entender, el trabajo era en aquellos años muy difícil de mantener, además de poco pagado, mal mirado, existía un famoso palo de la Telefónica, en una esquina de su plaza Mayor, donde los hombres sin trabajo, cada mañana la visitaban para poder encontrar empleo y con el dinero ganado y sudado, mantener a su familia, hubo a veces un enorme grupo de parados, sin ninguna cobertura ni ayuda, aunque en aquellos años, sé inicio la carretera que conducía a la capital de Valladolid, y donde bastantes hombres ganaron su jornal, aparte de los trabajadores que a diario marchaban a Pozaldez, para trabajar en los ferrocarriles españoles, que una vez terminado su restructuración, fue un camino de personas a la zona de Vascongadas, para poder subsistir a tantas y fatales penalidades, algunos de los emigrantes precisaron informes de buena conducta, para poder entrar a trabajar en algunas empresas, cosa que se hacia muy difícil, ya que las autoridades de aquellas fechas, nadie le resultaba buena persona, al revés, cada vez que alguien venia con buena ropa y dinero, de los emigrantes, los comentarios eran de quererse vengar por a ver abandonado la localidad y aquella terrible miseria, de la que algunos de los que criticaban, eran responsables a veces de tan rara situación. Todo aquel ambiente de marginación, de pobres en fila india, pidiendo los viernes por toda la localidad, era el motivo fundamental de querer borrar dicha miseria, y que algunas familias nunca quisieran regresar a la tierra que les vio nacer, por tener en su mente presente, un montón de días con historias demasiado tristes, para poder sentirse humillados de nuevo ante sus antiguos vecinos, y encima tener que darlos la mano, cuando algunos no sé merecían ni los buenos días, aquel lugar de la Ribera del Duero, con el paso de los años, se fue organizando y superando los odios, con la venida de nuevas gentes de otros lugares, y así poder dejar atrás aquellos años de maldita crisis, con cantidad de emigración forzosa, que busco la vida un poco más cómoda, en cualquier lugar del mundo, sin a veces entender, la cantidad de desastres, de aquellos años penosos. G X Cantalapiedra.
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