viernes, 20 de noviembre de 2015
EN LOS INFIERNOS QUE A VECES TIENE EL MUNDO
EN LOS INFIERNOS QUE A VECES TIENE EL MUNDO
Aquel hombre que ya tenía todo su pelo blanco, y que quizá los ochenta años les rebasaba, tenía una historia fabulosa que contar, y aquel jueves en el centro de mayores, que popularmente lo llaman el “Desguace”, se decidió contar a su amigo de juego de cartas, toda su historia de hombre mundano, mientras sonaba la música en aquel salón de baile y juegos. El hombre del pelo blanco, que en su juventud estuvo enrolado, en un barco mercante, y en aquellos años difíciles que en España, el trabajo no era abundante, el no dejo de navegar por los mares del mundo, y según contaba, parecía que gano dinero y aventuras, como buen marinero se tiro hasta meses sin bajar a tierra, y alguna de las que tuvo que bajar, fue en busca de algún médico, para cuidar su salud, y de poderse divertir, sin encontrar demasiados problemas. Conoció Oriente medio, en años complicados, visito muchas ciudades de la América de habla española, y termino su vida de marinero, al pisar tierra española, y verse con la que había sido su antigua novia, que fue quien le aparto de aquel barco, que durante años fue su casa, y un lugar donde sentirse a gusto. El hombre contaba como después de vivir ese modo de vida, tuvo la valentía de casarse en cuatro días, y decidir venirse a la ciudad de Madrid, para poder organizarse su matrimonio, cosa que parece que en aquellos años no le fue muy difícil, ya que el dinero ganado navegando, le daba soltura para poder comprarse una vivienda, que no le resultara demasiado lejos del trabajo que realizaría en su futuro. Antes de terminar su relato, expuso algunas de sus aventuras en diferentes partes de la tierra, donde para poder vivir libremente, había que llevar armas para poder continuar vivo, en cierta ciudad de América central, relato, “El día le tenía de absuelto y salimos de paseo otro compañero y yo, para darnos una vuelta a la ciudad, y ver si había mujeres en la costa, cosa que si vimos, y fue terrible la experiencia, ya que una vez dentro del prostíbulo nos quisieron robar, y entonces sin miedo a morir, tuvimos una pelea a muerte con los atracadores de allí”. Los ojos se le ponían vidriosos, al entender que aquel día pudo a ver sido un cadáver, ya que el dinero que llevaban era en aquel tiempo bastante, y como el lugar no era del todo legal, la denuncia no se podía efectuar, por eso el hombre del pelo blanco y su amigo, la emprendieron a silletazos, dejando a dos de los ladrones, en mal estado, y ellos teniendo que regresar al barco rápidamente, para que la policía local no les pudiera detener, y culparlos encima de agresión a personas de aquella nacionalidad, aunque fueran ladrones, su historia te ponía los pelos de punta, las leyes en algunos países de habla hispana, dejaban mucho que desear, y los amigos de lo ajeno, eran capaces de todo, con tal de buscar dinero, y más si eran marineros. Una vez en alta mar respiraron tranquilos, por no a ver sido detenidos, y en otro puerto caribeño, vieron como en una pelea de un bar del puerto, ciertas balas de las pistolas dejaron dos muertos, sin poder enterarse de lo que allí pasaba, todo era tratar de no ser testigo, por si acaso llegaba la policía, y buscaba culpables, este hombre en sus años de marinero, tuvo más de una encerrona, ya que siempre estaba dispuesto a pasar algún rato, con mujeres de alterne en bares o lugares de citas. Donde según contaba, nunca le dieron gato por liebre, y donde siempre andaba con pies de plomo, por si venían mal dadas, salir corriendo sin preguntar, todos sus recuerdos eran testimonios de una vida aventurera, que una vez casado dejaría aparcada, y sin ganas a veces de recordarla, por el miedo y la angustia que paso en algunos momentos, donde su vida llego a peligrar, y pensando que podría acabar en aquellas penosas cárceles. G X Cantalapiedra.
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