domingo, 9 de junio de 2019

HAY SILENCIOS QUE TE MRCARON EN CASTILLA

HAY SILENCIOS QUE TE MARCARON EN CASTILLA. En las frías noches de La Castilla Profunda, de los años de 1950, donde apenas existía la luz eléctrica en algunas casas rurales, las noches se vivían con los faroles o candiles, con mechas, o trozos de tela empapados en aceite, incluso con grasa de cerdo. Y en algunas cocinas con el resplandor de su lumbre, que se hacía con leña de sarmientos o ramas de pinos. Los abuelos y padres donde existían, contaban a sus hijos o nietos, las viejas costumbres de aquella tierra castellana, en el calor de la lumbre, se escuchaban muchas historias de miedo y brujería, dándole a la noche, ese misterio de la vida, que muchas veces los niños no comprendíamos, pero sí que a todos nos hacía pensar en ello, Eran muchas sensaciones de las que se te quedaban grabadas, incluso de mayor de vez en cuando, seguías pensando en ellas. Los olvidos de algunas historias, fueron signos de dejadez, y al ser mayores y la vida ir tomando un nuevo rumbo, se quedaron aparcadas, palabras como las de “Marimantas”, que fueron muy usadas en el siglo XIX y XX, pero que apenas se siguen usando, eran el pan de cada día, y el comentarte muchas historias tenebrosas, que fueron ciertas en aquella tierra, entre algunas personas que se las daban de cristianos, pero que dejaron mucho que desear, entre sus convecinos. Hicieron que muchos jóvenes iniciaran un camino sin destino fijo, tratando de olvidar todas las cosas que les parecían anormales. He sentido en el tiempo, como había personas que apenas podían vestirse, siempre llevaban aquella ropa de pana negra, y su pelliza remendada hasta en diferentes partes de ella, sin olvidarse de las mantas de campo, algunas de color verde militar, quizá compradas o regaladas por no sé quién, aquel tiempo fue testigo de muchas impresiones en la juventud de entonces, donde la televisión hizo su entrada en los pueblos castellanos, año de 1959. Y al comprobar otra forma de vida diferente, muchos de aquellos jóvenes, eligieron la inmigración forzosa, y así decidieron cambiar de lugar de vida, dejando a muchos pueblos, en la indiferencia, y solo la mecanización del campo, pudo aguantar el ser labradas y cosechadas las fincas, sobre todo los cereales. La vida se mecanizo, la luz en todos los hogares fue posible, y los sueldos fueron muy despacio siendo mejores, Hubo personas que no precisaban estar en la inmigración, pero al ver a sus antiguos vecinos venir trajeados y con dinero en el bolso, les puso en marcha, y quizá alguna de estas personas se equivocó. No todo fue maravilla, ni en ningún lugar regalaban el dinero, hubo que ganárselo a fuerza de horas de trabajo, y saber desempeñar tu cometido, a nadie le premiaron por ser guapo. O por lo menos yo no le conozco, Hoy que me voy haciendo mayor, aunque me creo que estoy joven todavía, recuerdo aquellos años de penumbras, y de fila de mendigos recorriendo mi Villa, todos los viernes por la mañana, esperando que les pudieran dar una limosna, a veces en forma de garbanzos, lentejas o almortas, para poder resistir aquel tiempo de miseria, y en las carreteras, de vez en cuando viendo caminar, hacia otros pueblos o en dirección al mío, viendo personas que iban a mendingar. Ahora en este tiempo, sigo viendo por el Centro de Madrid, dígase Gran Vía, Preciados o la misma Puerta del Sol, personas sin vivienda durmiendo en la intemperie, y lo mismo digo en la Ciudad de Alicante, donde los cajeros de ciertos bancos, son su dormitorio, y en la Calle Principal, Maisonnave, se pueden contar cualquier mañana hasta diez mendigos tirados en el suelo, esperando que alguien le dé una limosna. Los tiempos han mejorado, pero los pobres siguen siendo desheredados en cualquier lugar del mundo. Ya que algunos mendigos actuales, son de otros países. G X Cantalapiedra.

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