lunes, 3 de junio de 2019
CRUZANDO LA MANCHA CAMINO DE CARTAGENA
CRUZANDO LA MANCHA CAMINO DE CARTAGENA
Aquel día 6, de julio de 1970, aquel hombre de 25, años, se disponía con su coche SEAT,- 1500, Con motor Barreiros, C- 60, dirigirse a la ciudad de Cartagena, en su vehículo de servicio público de Madrid. La salida de la ciudad de Madrid se efectuó, desde la calle de Juan Ramón Jiménez, esquina con la calle de Alberto Alcocer, en lo que era la parada de Taxi del Hotel allí existente. Eran la dos de la tarde de entonces, hoy serían las tres, el calor era bastante fuerte, pero aquel coche como la mayoría de entonces, no tenían aire acondicionado, tan solo unos gira vientos en las ventanas delanteras, para que el aire entrara al circular, pero aquella tarde pasando la localidad de Ocaña, tuvieron que cerrarlos, ya que el aire al estar por esa zona de La Mancha toledana, el aire que se metía en el coche, era fuego, y las dos viajeras indicaron al conductor del Taxi, el cerrar los gira vientos, y poder solo aguantar el calor normal de aquella tarde veraniega. El camino desde Ocaña era duro, ya que en aquel tiempo, la carretera se encontraba en reforma, y su velocidad limitada, la circulación no era demasiado, había corros como de medio kilómetro, o quizá más, donde no se veía ningún vehículo de motor. El camino fue caluroso con ganas, el término de Las Pedroñeras, era una gran extensión arrancando ajos, y los demás campos manchegos, se veían las primeras cosechadoras de cereales funcionando a todo ritmo, El camino de La Mancha, le impresiono aquel joven que jamás había pasado en coche por dicha tierra. Aunque en su servicio militar cruzo dos veces La Mancha, pero las dos por la noche, sin poder apreciar esas enormes llanuras donde el sol de mediodía, daba reflejos sobre el suelo, sin poder apreciar las verdaderas distancias. La llegada a la ciudad de Albacete, les dejo un poco más tranquilos, al poder parar dentro de aquel lugar, donde entonces era obligatoria el cruzar, o pasar por dentro de esa ciudad tan llana, allí pudieron en una cafetería, el poder tomar café con hielo, y después de refrescarse en su lavabo, continuaron el camino hasta Cartagena. Donde sobre las nueve de la tarde, ya anocheciendo, llegaron sin tener ningún problema, el conductor, se dio una pequeña vuelta por el centro de esa ciudad marinera, y pudo ver el submarino de Isaac Peral en su Puerto de adorno, luego como a las diez ceno en un restaurante, y sin pensarlo demasiado, volvió de nuevo a la carretera, para regresar a la ciudad de Madrid, volviendo a cruzar los llanos de La Mancha, con un amanecer fabuloso, se veían salir de los pueblos, a ciertos tractores con remolques y sus redes, para poder llevar los cereales, y la alborada que le acompaño durante bastante tiempo, por esas llanuras prodigiosas, que ya nunca olvidaría. Y se quedarían en su retina como testigos de aquel viaje relámpago, que llevaría para siempre en su memoria. Y que el conductor del Taxi, jamás había oído hablar de ellos, pero que le agradaron el conocerlos de cerca, y entonces el cruzar por su interior. Ya que entonces no existían las diferentes vías de circunvalación actuales, Todo fue una nueva visión de aquellos terrenos que en un tren de mercancías, cargado de cajas de balas, acompaño hasta Algeciras unos años antes, durante su servicio militar en Valladolid, pero que su viaje por la Mancha, fue nocturno, y sin poder apreciar sus encantos. Ahora que el conductor aquel, viaja mucho hasta Alicante, recuerda con agrado, aquel viaje de calor y sorpresa, pero al fin muy agradable, al conocer esa tierra que le parece de película. G X Cantalapiedra. 3 - 6 –2019
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