martes, 22 de diciembre de 2015
SUFRIDOS PASTORES
AQUEL PASTOR QUE TUVO QUE ANDAR MÁS DE 40 KILÓMETROS
Eran los años de mil novecientos cuarenta y ocho, cuando en la Castilla Profunda, se necesitaba un trabajo, para poder mantener a la familia, y a la vez poder ir saliendo de la penumbra económica de aquellos terribles años del hambre. El hombre de nuestra historia, tuvo que marcharse de su villa natal, para poder trabajar en su oficio de pastor, que desde niño había ejercido, las circunstancias le llevaron a un caserío, que distaba de su villa a unos cuarenta kilómetros, y allí vivía en un rincón de una vivienda, sus pocos ratos de descanso, ya que cuidaba de unas quinientas ovejas, que en época de crianzas de corderos, superaban ese número. Su esposa e hijos les había dejado en su villa, donde podían permitirse la necesidad de comer todos los días, gracias al sueldo de su marido el pastor, que cada semana les enviaba su sueldo por correos. La familia había quedado en reunirse el día de Nochebuena en su casa, y todos juntos celebrarlo al estilo de la Vieja Castilla, donde un gallo en la mesa era todo un festín. Para eso el pastor tuvo que el día de Nochebuena madrugar, para dejar comidas y bebidas a sus ovejas y corderos, quedando lo animales atendidos hasta que el volviera el día siguiente fecha de Navidad. El viaje con un borriquillo, era tremendamente largo, los cuarenta kilómetros por caminos de tierra y barro, con temperaturas heladoras, eran un castigo, pero aquel hombre parece que el impulso de poder estar con los suyos, le daban alas, y cada vez que miraba el horizonte, se encontraba mucho más animado aunque también cansado, la tarde se le venía acabando y los últimos quince kilómetros de caminos de tierra, se le hacían mucho más duros, sus zapatos gordos de campesino, y sus ropas incluida su pelliza, con la manta que se cubría parte de la cabeza y cuerpo, le ayudaban a superar tan terrible frío, apenas había cabalgado en todo el camino sobre su pobre borriquillo, que parecía aun más cansado que el pastor, la noche se había adueñado del paisaje castellano, las viñas que rodeaban los caminos, se parecían fantasmas que esperaban la noche para meter miedo, aunque el pastor , no tuviera ningún momento de incertidumbre, y solo su obsesión, fuera el llegar a su casa, para estar con su familia que le estaba esperando, con los brazos abiertos. Aun tuvo que caminar pasando frío, y en algunos momentos, escuchando silbar al viento, que sobre los sarmientos de las viñas, producían un ruido poco agradable, pero todo tendría su recompensa, a las diez y media de la noche, entro en su villa, donde de vez en cuando se escuchaban villancicos, sobre todo en las casa donde eran varios hermanos, y aquel sonido de hermandad y familia, le hacían grande su regreso, al llegar a la puerta de su casa, no necesito llamar, sus hijos y esposa, además de sus padres ancianos, le recibieron con las manos abiertas, llenándole de besos y abrazos, que sin necesidad de entrar a calentarse del frío del camino, su cuerpo y su corazón, parecían estar hirviendo, eran tan fuertes los abrazos, que pensó que no le podían hacer mejor recibimiento, todo el trabajo y su lejanía, había merecido la pena, con tal de esa Nochebuena estar al lado de toda su familia, sin preguntarle por las calamidades, que estaba viviendo fuera de su casa, y el pastor, sin pensar tan siquiera que pasadas unas horas se tendría que volver a marchar, hasta el caserío, donde de momento, tenía su trabajo, con el que poder alimentar a toda su familia, que dependían de su esfuerzo, en aquellos años donde el trabajo era mal pagado, y encima no existía en la mayoría de la Castilla Profunda, es un honor poder contar esta historia, G X Cantalapiedra. 24-12-2015
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