jueves, 3 de diciembre de 2015

CUANDO VOLVIÓ DEL SERVICIO MILITAR

CUANDO VOLVIÓ DEL SERVICIO MILITAR DEL SAHARA En la profunda Castilla, aquel joven le tocó hacer el servicio militar, en el África sedienta, en las arenas del desierto del Sahara, fueron los años terribles de mil novecientos cincuenta. Dos años estuvo allí casi incomunicado, y sus promesas de amores, parece que le dieron de lado, ya que aunque él nunca dejó de escribir, parece que sus cartas, se perdían por el camino, o la receptora de dicho correo, prefería pasar de tanta ausencia. Las calamidades con sus largos momentos de peligro, se quedaban grabadas en su memoria, y jamás le hablaba a su prometida de sus constantes recorridos, haciendo vigilancia sobre aquellos territorios, que entonces gobernaba España. Los meses se fueron pasando, y con ellos llego la hora de marcharse a su tierra licenciado, eso sí con el corazón mucho más duro, que cuando llego aquella tierra donde el siroco, volvía a los hombres locos, el viento con la arena del desierto, era un trago demasiado duro, para un castellano que tan solo conocía la tierra que le había visto nacer, y aquella obligatoriedad le había hecho una persona, con menos aprecio a la vida, y sabiendo que la muerte podía ser su compañera de partida. El día de su marcha a la Península Ibérica, trato de estar tranquilo, el barco que les traía, había llegado cargado de nuevos soldados, para iniciar su relevo, en la tierra de Sahara, y en aquella despedida, ya vestido de paisano, sintió la voz de su tierra, y el recuerdo de aquella mujer, con la que mucho había soñado, y que a partir de aquel momento, pensaba que podría ser su esposa. Más se equivocaba de pleno, aquella mujer acababa de casarse, con un joven labrador de un pueblo cercano, y él no sabía nada, ya que su familia no le quería amargar más ese periodo de mili. El navegar de aquel barco por el Atlántico, era bastante tortuoso, su velocidad no era demasiado ligera, y pasaron bastantes días, hasta que pudieron desembarcar en Cádiz, una vez en España, los billetes de retorno a su casa, siempre eran de tercera categoría, y en los trenes que les conducían hacia Madrid, las paradas eran interminables, llegando a tardar más de veinticuatro horas en tan largo camino. Todo parecía ser un tiempo perdido, pero sin tener prisa, y por fin un tren de los llamados rápidos de entonces, les llevo en cinco horas a la Castilla profunda, desde Madrid, al llegar a la estación , se encontró solo y con nada de dinero, ya que su familia no le podía mandar a menudo ayuda económica, al salir hacia la carretera que le llevaba a su villa, notó el silencio y en la lejanía, el sonar de las campanillas de ovejas que pastaban en aquellos campos, y sin pensarlo ni un momento, empezó a caminar, para recorrer aquella distancia de los once kilómetros que le separaban, según que se aproximaba a su villa, los recuerdos de aquella mujer, a la que el tanto había deseado hacerla su esposa, se le venían a la mente, y cuando tuvo a la vista su querida villa, no pudo aguantar más su sensación y grito, ya era hora de poderte ver y sentir tus olores y colores. Caminó la distancia que le quedaba, con mucha más energía, y cuando llego a la casa de sus padres, su madre y hermanas, le abrazaron con la fuerza que la ausencia les había dado. Lo primero que pregunto fue por aquella mujer que se quedo siendo su novia, entre las promesas que nunca ella llego a cumplir, las dos hermanas sé pusieron serias, el enseguida entendió que algo grave había pasado, pero nunca suponía qué estaba ya casada, y esperando familia próximamente. El joven recién llegado de la mili, se le pusieron los ojos rojos, como queriendo llorar, ante aquella promesa de amor que había sido traicionada. Todo lo pudo asimilar perfectamente, y sin pasar muchos días preparo su maleta de emigrante, y decidió marcharse a Baracaldo, donde un viejo amigo le había indicado, qué existía un futuro para los trabajadores, cosa no tardo en realizar.

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