sábado, 12 de diciembre de 2015
AQUEL POETA MALDITO QUE ADMIRABA A FEDERICO
AQUEL POETA MALDITO QUE ADMIRABA A FEDERICO GARCÍA LORCA
Eran los años difíciles de la dictadura franquista, hablar de Federico García Lorca, era casi una denuncia por mal patriota, y en aquel pueblo nadie se atrevía a leer sus libros, que en la época de verano, llegaban en las manos de los estudiantes universitarios, que pasaban las vacaciones con sus familiares, unos trabajando y estudiando, y los más ricos de aquel lugar paseando y ligando. Pero un joven de aquel pueblo, estaba interesado en la literatura, se había leído de la enciclopedia de los hermanos Álvarez, todos sus poemas repetidas veces, y las novelas de Marcial Lafuente Estefanía, en época de invierno, una o dos por día, su interés por la poesía, rebasaba lo normal, ya que cualquier tema poético le caía bien en sus manos, y en el periódico provincial. El Norte de Castilla, que llegaba diariamente al casino del pueblo, la voz del poeta Ansurez, le hacía cada tarde noche un rato ser feliz, con sus ripios castellanos. Todo era muy poco para aquel poeta que sentía en su alma, la voz de su tierra, y que pronto empezó a componer versos, de los que algunos vecinos, no les agradaba por sus criticas, pero la historia no se detiene a contemplar a los aduladores, y mucho menos a los críticos sin cultura general. Las fechas fueron pasando, casi siempre con los mismos guiones, aunque con distintas canciones, y el pequeño poeta, llego a ser un poeta maldito, como algún vecino suyo le quiso apodar, sin conseguir que nunca pudiera escribir nada, que les molestara a los caciques de siempre, pero el tiempo fue pasando, y con ellos las nuevas formas de generaciones, con personas mucho más preparadas intelectualmente, y así fue como el pequeño poeta, se hizo su camino de formación, llegando a escribir en revistas y periódicos, sin ninguna traba, cosa que algunas personas les parecía demasiado, ya que teniendo familiares o hijos, con estudios superiores, no eran capaces de poder escribir una carta bien redactada, que les abriera la puerta de cualquier institución. Todo aquello unido a la emigración de muchos vecinos, de aquel pueblo, hacía que la cultura se fuera extendiendo por diferentes caminos, llevando en época de verano y vacaciones, a diferentes personas, con diversas aficiones y distintos caprichos, uno de ellos era el merendar en cuadrillas, en bares y bodegas, donde la cultura empezaba con poemas, unos de Federico, y otros de Machado, sin dejar atrás a Miguel Hernández. Fueron ratos apasionantes, cada cual soltaba sus versos, sin importarle mucho quien les hubiera escrito, tan solo les recitaban como ellos entendían, y el pequeño poeta, soltaba sus versos de fabricación propia, si explicar que era el quien les había compuesto, todo formaba parte de aquellas vacaciones, en que la dictadura ya permitía la venta de esos libros de poemas, de la editorial Losada, de Buenos Aires, donde los más famosos poetas españoles, tenían lugar en sus antologías editadas. La cultura popular avanzaba con muchos problemas, aunque la fuerza de voluntad de aquella juventud que aun no conocía la droga, les hacía mucho más efectivos leyendo y culturizándose. Fueron años esplendidos, la voz de la cultura se dejaba notar por todas partes, el interés por conocer nuestras raíces culturales e históricas, se movían con mucha fuerza, y muchas personas sin medios económicos, se trataron de formar a niveles de enseñanza, de las mil maneras posibles, que en aquellos años se podían aprovechar. El pequeño poeta, siguió su camino, y sin esperar a ser un jubilado, fue marcando versos por diferentes lugares, donde sus poemas fueron publicados, sin ninguna censura.
G X Cantalapiedra.
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