LOS SUEÑOS
DESESPERADOS
Aquel joven castellano, no pasaba ni un solo
día, que los sueños no le atormentaran, había hablado con el médico rural de su
villa, pero no le pudo dar ninguna solución, y cansado de todas las noches
sentir lo mismo en su cama, decidió sin decir nada a sus padres, una noche
arrancar su tractor, y dirigirse sin dudarlo más, hasta unas cuevas, que en
alguna época sirvieron de bodegas, a los antiguos pobladores de su entorno, en
sus sueños él veía salir de allí a seres extraños, y su camino de tractor era
de unos veinte minutos, en la parte delantera, había colocado una pala de carga,
para según sus sueños, apartar la maleza que existía en los aledaños de
aquellas grutas, en la cabina del tractor, llevaba cargada su escopeta de caza,
por sí algún extraño ser le amenazara, todo parecía un macabro juego de un
joven con 23, años, Pero nada más pasar por el camino que rodea el cementerio
de su villa, el cuadro del tractor donde marcaban las diferentes pausas de
manejo, se quedaron a oscuras, el joven sin tener miedo, quería romper aquel
maleficio, las luces sí le funcionaban, aunque él estaba acostumbrado incluso
en algún camino de parcelas, circular a oscuras, para ahorrar batería en su
tractor. Al llegar junto a las zarzas, que hacían imposible el acceso aquellas
viejas bodegas o grutas, intento con su badil, limpiar las entradas, pero
aunque las luces sí le funcionaban, y podía ver el entorno, el tractor se veía impotente,
para arrancar o cortar tanta maleza, los acelerones en la noche fría del mes de
marzo, no le servían de nada, ni tan siquiera podía ver las puertas o huecos de
las grutas, sus manos temblaban y sus ojos soltaban unas lagrimas del frío, aunque
en aquellos momentos él joven se sentía mucho más fuerte. Varias veces intento
romper aquella muralla de zarzas y espinos, sin poderlo conseguir, y con sus
focos y un reflector acoplado, iluminaba la zona, sin obtener resultados
satisfactorios. El siempre pensó y así lo soñaba, que limpiaría todo aquel
contorno donde según algún viejo de su calle, estaba lleno de alimañas, el miedo
parece que se fue poco a poco adueñando de su situación, y cuando quiso salir
de aquel lugar, le era imposible, y entonces empezó a sentir voces extrañas, al
compas de los ruidos producidos por la aceleración del tractor, al parecer su
pala se había enganchado sobre las zarzas, y era muy difícil el poder soltarse
de tan dura ratonera. De pronto sonó cómo una explosión dentro de una de las
grutas, el contorno se ilumino, y el miedo en el joven aparecía, sin poderlo
remediar, se coloco la escopeta sobre sus rodillas, y intentaba mirar a todas
partes, por sí pudiera ver algo extraño, pero solo ecos de voces cercanas era
lo que él entendía. Después de un largo rato, el tractor se pudo soltar de
aquellas zarzas y espinos, y sin dudarlo ni un momento, se dirigió de nuevo a
su villa, aunque al pasar al lado del cementerio, una brisa fría y de blanca
niebla, le hicieran casi parar su tractor, al comprobar que ni veía a más de
tres metros, de distancia. Pensó que toda aquella noche no era un sueño, sí no
una realidad de sus pensamientos en la cama, cuando no podía quedarse dormido,
con el tractor en marcha, a una velocidad más baja que la de un peatón normal,
continuó su camino oyendo voces extrañas, que le nombraban por su nombre, sin
saber quien pudiera ser, el cuerpo le tenía estremecido, y sus ojos ni podían
ver el camino hasta su calle, en aquel recorrido, paso más de media hora, y al
llegar a su cochera, la luz del cuadro de mandos del tractor, empezó de nuevo a
iluminarse, dejando el vehículo aparcado, y volviendo a su cama, donde
seguidamente, de nuevo sus pesadillas le continuaban. Sin poder contar a nadie
su mala aventura, siguió callando y soñando cada día, con aquel lugar tenebroso
y maldito, donde una noche del mes de marzo, pudo haber roto su tractor, con
sus maniobras de limpieza, que resultaron imposibles. G X Cantalapiedra.
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