miércoles, 13 de septiembre de 2017

AQUEL DROGADICTO QUÉ MURIÓ LLENO DE DOLORES EN MADRID


AQUEL  DROGADICTO  QUÉ MURIÓ  LLENO  DE  DOLORES  EN  MADRID

Fueron los terribles años, de vivir la esperanza de la transición política en España. Fue un tiempo turbulento, por la poca información que entonces existía sobre el mundo de las drogas,  y algunos jóvenes y no tan jóvenes, soñaron que encontrarían su paraíso particular, donde se sentirían realizados, pero todo ese mundo era una verdadera farsa, un engaño para eliminar, a la juventud más lanzada, y a los que en el futuro, pudieron a ver sido lideres de distintas cosas. El tema que relato es verídico, fueron cuatro amigos de la infancia, que por cierto todos murieron de mala manera, en diferentes lugares de la zona Norte de Madrid. El joven del que escribo, trabajaba en un taller de reparaciones de automóviles, donde parece que solo le interesaba, el cómo abrir todos los coches sin su llave, y parece que se hizo un verdadero líder en su carrera de robos, para poderse meter o cómo ellos decían chutarse la heroína, que les llevaría a la muerte, el inicio de su carrera de drogadicto, empezó con los famosos porros o chocolate, para continuar por las drogas duras, que al inyectárselas con la misma aguja, se contagiaron del sida, toda su pandilla de amigos de fechorías, el primero que se marchó de esta vida, fue un joven que detrás de la tienda que tenía su familia, montaba a menudo la venta de radios robadas, para poder comprar su dosis, en el Broch de Hortaleza. Más parece que aquella muerte a los demás no les preocupo demasiado, continuaron haciendo sus fechorías diarias, y creo a ver sido testigo una noche de domingo en el verano de aquellos años, que al robar un coche SEAT, 132, fueron vistos por el dueño, al lado de lo que hoy en día es el Metro de El Parque de Santa María, y el dueño un joven de unos 25 años, con un peso aproximado de más de cien kilos, agarro al drogadicto por la cintura, y lanzándole contra el vértice de su coche, le dio un verdadero palizón, dejándole tirado en el verde del parque de aquella calle de Santa Virgilia, donde sus compinches que lo estaban viendo, y otras muchas personas que por allí pasamos, y conocíamos al joven drogadicto, de saber que era un personaje, que solo causaba daños en el contorno de Madrid, nadie intervino. A los pocos minutos sus compinches, le montaron en un taxi, y le dejaron tirado, en la puerta de urgencias del Hospital Ramón y Cajal. donde parece que le curaron de sus heridas, aunque sin llegar a pasar más de doce meses, y sin a ver cumplido los 25, años, llego a dejar esta vida, en el Hospital de La Paz, de infecciones producidas, por el Sida, que le dejaron sin defensas, los días antes de fallecer, le lloraba a su madre, para que no le abandonara en su final de trayecto, su vientre estaba hinchado, su cuerpo era un esqueleto sin más, y su madre aguanto todo lo que en aquel momento, puede aguantar un ser humano. Ella cómo su padre quisieron curarle, al enterarse donde estaba metido, en el principio de su drogadicción, pero su negación fue rotunda, amenazando a ambos con quitarles la vida sí se ponían delante de su camino. Hubo noches que la policía fue a detenerle a su domicilio, por eso el joven aquel, dormía en coches robados, en cualquier lugar, pero siempre acompañado, de aquellos que él pensó que eran sus amigos, pero que incluso, cuando tenían que cambiar sus efectos robados, en los puntos de droga de Madrid, que entonces pasaban de 20, lugares fijos, trataban de quitarse sus dosis, para poder inyectarse en sus llamados “monos”, o abstinencias. Esos eran sus amigos, donde sus palabras diarias, eran llamarse de todo menos guapos, y donde todos perdieron su vida en muy poco espacio de tiempo, este joven estuvo en la cárcel cómo un mes, pero de nada le sirvió, él era un adicto al robo de coches, donde abrir un automóvil para él era cuestión de segundos, tenía tanta soltura, que parecía abrirles con llave, hasta que su vida dijo adiós, en un otoño madrileño, donde la droga se llevaba a muchos jóvenes, que quisieron ser modernos e inteligentes, y lo único que lograron, fue la ruina moral y económica de su familia, que la dejaron marcada para siempre, por pensar que no estuvieron a la altura de aquel tiempo de libertad, que les destruyo cómo seres humanos.  G X Cantalapiedra.

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