lunes, 8 de enero de 2018

AQUELLOS DÍAS TAN FRÍOS, LE DECIDIERON EL MARCHARSE

AQUELLOS  DÍAS  TAN  FRÍOS,  LE  DECIDIERON  EL  MARCHARSE
En aquellos días heladores, del mes de enero, de 1950, en la Castilla Profunda, aquel joven trabajaba, recogiendo sarmientos en los viñedos, para poder ayudar económicamente a sus abuelos. Tenía 15, años recién cumplidos, y sin pensarlo demasiado, aquel domingo de finales de mes, al amanecer el día, con sus manos llenas de grietas, y con muy poco dinero, se decidió irse hasta Medina del Campo, para allí, poder subir al tren, que le llevaría hasta la región de Vascongadas, Un amigo del joven, que ese domingo tenía que ir, hasta el mercado de ganado, le llevo en su carro de mulas, y le dejo cerca de la estación de ferrocarril. Donde enseguida trato de comprar un billete de viajero, para poder vivir su aventura de inmigrante. No le fue nada fácil su camino, en aquellos vagones de tercera clase, donde su maleta de madera y su resto de equipaje en una bolsa de tela, trataba de no perderlas de vista. Sus abuelos entendían de sobra su actitud, y no le impidieron que iniciara ese camino hacia otra nueva vida. Sin apenas haber salido de aquella villa de Valladolid, Todo el recorrido le parecía distinto a su lugar de origen, y pudo en el tren, tener una conversación, con un joven de aproximadamente su edad, que hablando con él, le dijo que conocía muy bien el lugar, donde el joven pensaba encontrar trabajo. Ya que Baracaldo en aquellos años, era un continuo camino de personas, que intentaban salir de su tierra, para poder encontrar un trabajo, más remunerado que en otros lugares agrícolas, donde el paro tenía meses que eran de pasar calamidades. Aquella información, le sirvió para poder llegar hasta Baracaldo, sin tener que preguntar a nadie su destino, al llegar a Bilbao, alguien le indico el camino a seguir, y en poco tiempo se encontraba en la Plaza de Los Fueros, donde intento poder ver algún paisano suyo, que le pudiera indicar o ayudar, a buscar trabajo y donde poder pasar la noche, cosa que no era demasiado difícil aquellos años, pregunto en varios establecimientos, sí precisaban jóvenes para trabajar de camareros, hasta que en la calle de Juan de Garay, le ofrecieron trabajo y cama, en el mismo local en su trastienda, un camastro le serviría para poder descansar y salir adelante. Aquella noche el chirimiri, caía sin dejar ni un momento, y su ropa un poco calada, tuvo que intentar secarla, pero sus pensamientos, eran muy optimistas, pensando que su vida cambiaria, en poco tiempo. Y parece que no se debió equivocar, aquel hombre dueño del bar, había sido un inmigrante de la Rioja, y trato de ayudarle al joven, para que se formara en la vida, y a la vez aprendiera el oficio de camarero y cocinero, como así sucedió, los años siguientes, fueron para aquel joven, un camino de rosas, ya que pudo ahorrar algunas pesetas, y poder ayudar a sus abuelos, que se quedaron en su villa, con el siempre dolor, de la falta de su nieto, que apenas pudo conocer a sus padres. Todo aquel cumulo de desgracias, al joven le hacían sentirse mal, cuando recordaba su infancia, que apenas pudo ir a la escuela, ya que desde los diez años de edad, había trabajado de zagal, con las ovejas en el campo, y sin poder escolarizarse, ya que la falta de dinero en su familia, le llevo a ser un niño esclavo del trabajo. Y sin medios para poder vestir decentemente, y eso al joven le dolía en el alma, tuvo que aprender a defenderse en cuentas y escritura, para poder expresarse libremente, cosa que en Baracaldo lo logro, con aquel hombre que le ayudo a su llegada, y que después de muchos años, este joven le quería cómo sí hubiera sido su padre, ya que a sus padres no tuvo la suerte de conocerles, Vascongadas fue para siempre en su vida, la tierra prometida, el lugar donde se hizo un hombre con dignidad, y el lugar donde un día cualquiera, descansaran sus huesos, que es lo que él desea, por voluntad propia.              G X Cantalapiedra.           

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