AQUELLOS DÍAS
TAN FRÍOS, LE
DECIDIERON EL MARCHARSE
En aquellos días heladores, del mes de enero, de
1950, en la Castilla Profunda, aquel joven trabajaba, recogiendo sarmientos en
los viñedos, para poder ayudar económicamente a sus abuelos. Tenía 15, años
recién cumplidos, y sin pensarlo demasiado, aquel domingo de finales de mes, al
amanecer el día, con sus manos llenas de grietas, y con muy poco dinero, se
decidió irse hasta Medina del Campo, para allí, poder subir al tren, que le
llevaría hasta la región de Vascongadas, Un amigo del joven, que ese domingo
tenía que ir, hasta el mercado de ganado, le llevo en su carro de mulas, y le
dejo cerca de la estación de ferrocarril. Donde enseguida trato de comprar un
billete de viajero, para poder vivir su aventura de inmigrante. No le fue nada
fácil su camino, en aquellos vagones de tercera clase, donde su maleta de
madera y su resto de equipaje en una bolsa de tela, trataba de no perderlas de
vista. Sus abuelos entendían de sobra su actitud, y no le impidieron que
iniciara ese camino hacia otra nueva vida. Sin apenas haber salido de aquella
villa de Valladolid, Todo el recorrido le parecía distinto a su lugar de
origen, y pudo en el tren, tener una conversación, con un joven de
aproximadamente su edad, que hablando con él, le dijo que conocía muy bien el lugar,
donde el joven pensaba encontrar trabajo. Ya que Baracaldo en aquellos años,
era un continuo camino de personas, que intentaban salir de su tierra, para
poder encontrar un trabajo, más remunerado que en otros lugares agrícolas,
donde el paro tenía meses que eran de pasar calamidades. Aquella información,
le sirvió para poder llegar hasta Baracaldo, sin tener que preguntar a nadie su
destino, al llegar a Bilbao, alguien le indico el camino a seguir, y en poco
tiempo se encontraba en la Plaza de Los Fueros, donde intento poder ver algún
paisano suyo, que le pudiera indicar o ayudar, a buscar trabajo y donde poder
pasar la noche, cosa que no era demasiado difícil aquellos años, pregunto en
varios establecimientos, sí precisaban jóvenes para trabajar de camareros,
hasta que en la calle de Juan de Garay, le ofrecieron trabajo y cama, en el mismo
local en su trastienda, un camastro le serviría para poder descansar y salir
adelante. Aquella noche el chirimiri, caía sin dejar ni un momento, y su ropa
un poco calada, tuvo que intentar secarla, pero sus pensamientos, eran muy optimistas,
pensando que su vida cambiaria, en poco tiempo. Y parece que no se debió equivocar,
aquel hombre dueño del bar, había sido un inmigrante de la Rioja, y trato de
ayudarle al joven, para que se formara en la vida, y a la vez aprendiera el oficio
de camarero y cocinero, como así sucedió, los años siguientes, fueron para
aquel joven, un camino de rosas, ya que pudo ahorrar algunas pesetas, y poder
ayudar a sus abuelos, que se quedaron en su villa, con el siempre dolor, de la
falta de su nieto, que apenas pudo conocer a sus padres. Todo aquel cumulo de
desgracias, al joven le hacían sentirse mal, cuando recordaba su infancia, que apenas
pudo ir a la escuela, ya que desde los diez años de edad, había trabajado de
zagal, con las ovejas en el campo, y sin poder escolarizarse, ya que la falta
de dinero en su familia, le llevo a ser un niño esclavo del trabajo. Y sin
medios para poder vestir decentemente, y eso al joven le dolía en el alma, tuvo
que aprender a defenderse en cuentas y escritura, para poder expresarse
libremente, cosa que en Baracaldo lo logro, con aquel hombre que le ayudo a su
llegada, y que después de muchos años, este joven le quería cómo sí hubiera
sido su padre, ya que a sus padres no tuvo la suerte de conocerles, Vascongadas
fue para siempre en su vida, la tierra prometida, el lugar donde se hizo un
hombre con dignidad, y el lugar donde un día cualquiera, descansaran sus
huesos, que es lo que él desea, por voluntad propia. G X Cantalapiedra.
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