Y SE
VOLVIÓ DE CATALUÑA
POR SUS RAZONES
DE DIGNIDAD
Era el año de 1964, aquel joven castellano, con
su carnet de conducir de segunda categoría, se decidió marcharse a Cataluña,
llevaba en su mente, el abrirse camino en aquella tierra española, donde sin
pensarlo demasiado, pensaba que encontraría trabajo de conductor. Más no le
resulto demasiado fácil, al llegar a la ciudad de Barcelona, todo le parecía
demasiado grande, y su circulación de vehículos, mucho mayor de lo que él
esperaba. Pasaron unos días, hasta que pudo entrar a trabajar, con un
motocarro, donde diariamente, repartía leche por la Ciudad Condal, y algunas de
sus poblaciones cercanas. Todo su trabajo lo realizaba, hablando el idioma
castellano, ya que en aquellos años, era el idioma que se usaba, aunque en las
carreteras de las afueras de Barcelona, se podía leer en pintadas medio
tachadas, “El Catalá en la escola”. Cosa que este joven pensaba, algún día me
tendré que marchar de aquí, sí no consigo, dominar ese lenguaje, Fueron pasando
los años, y aquel joven, cada día se sentía mucho más forastero, estuvo con
camiones y furgones, siempre por los aledaños de Barcelona, ciudad a la que
llego a dominar, en su tráfico diario. Aunque pronto en la empresa que
trabajaba de transporte, se escuchaba, estos charnegos que solo han venido a
comernos el pan, y casarse con nuestras mujeres, cosa que aquel joven no había
hecho. Poco a poco y día a día, se sentía mucho más ofendido, se notaba en el
ambiente, el desprecio a su persona, que aunque demostraba ser el mejor
conductor y profesional, en el reparto de mercancías, no se le apreciaba en
nada, ya que no intento jamás hablar en catalán, y tan solo contestaba en
castellano, y en el bar donde había estado, durante años tomando su café,
notaba que los dueños catalanes, no le daban el más mínimo respeto, dejando de
ser cliente de aquel café, que durante años el fue cliente, pero el idioma y
las formas de hablar, le hicieron dejar de pisar allí. El tiempo transcurría, y
cada vez que volvía a su tierra, en vacaciones, se quedaba pensando, debiera
quedarme en mí ambiente de niño y joven, que aquí no me siento forastero, y
mucho menos “Charnego”. Cada vez se le
hacía mucho más duro, el retorno a Cataluña, y sin dudarlo el apartamento,
donde él vivía hace años, comprado con el dinero que heredo de su familia en
Castilla, decidió ponerle en venta. No
tardo demasiado tiempo, en que alguien se lo comprara, y sin dudarlo con aquel
dinero, regreso a su tierra natal, donde pudo comprarse su vivienda, y empezar
de nuevo el trabajo, con un camión de la construcción, sin tener que sufrir el
día a día, escuchando frases que le parecían despreciativas, y a la vez
racistas, siendo territorio español,
desde hace siglos, y entendiendo que algunos de los que decían esas palabras,
eran descendientes de otras regiones de España, siendo lo que más le
fastidiaba, sin poder comprenderles, y mucho menos hablando el catalán, ya que
se negó desde su llegada a dicha tierra catalana, a tener que hablarlo, para entenderse con sus
iguales. El regreso a Castilla, no le afecto para nada, y además llegándose a
casar con una paisana, y amiga de su infancia, pasados unos meses, con la que
formo su familia y entorno, siendo un hombre feliz, sin deseos de volver a
recordar, aquellas mañanas donde en el muelle de carga de los camiones, se
escuchaba el eco, de esta carga para este charnego, para que aprenda la forma
de hablar, y pueda ser un catalán independentista, con el tiempo. Aquel hombre
se sentía liberado de prejuicios, y
demás palabras despreciativas, que a veces las pronunciaban, los hijos de los
inmigrantes, nacidos en Cataluña, pero sin ninguna raíz en esa región, que al
fin y al cabo, antes a sus padres, les habían llamado Charnegos, y que nunca la
oligarquía catalana, les quiso demasiado, tan solo apreciaron a sus manos, las
que hicieron grandes sus industrias. G X Cantalapiedra.
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