AQUELLA
NOCHE LA GUADAÑA DE LA MUERTE ESTUVO AL LADO
Eran las once menos cuarto de la noche, de aquel
16 de agosto de 1995. En aquel pueblo soriano, los jóvenes empezaban a echar
sus cuentas, de poder divertirse, sin pensar demasiado en la carretera, habían pensado
ir a bailar, y al tiempo beber, en la fiesta del Burgo de Osma, donde aquella
noche, los fuegos artificiales daban mucho aliciente a toda aquella comarca, de
las riberas del Ucero, Abión y Duero. Sin pensarlo demasiado, aquel grupo de
quince jóvenes, entre las edades de quince a veintidós años, se dispusieron a
marchar en tres vehículos, la distancia era de diecinueve kilómetros, eso sí,
con curvas peligrosas, y un Puente Romano, que incluso era demasiado estrecho y
con curvas dentro de su recorrido, unos cien metros de largo. La ida al Burgo
de Osma, fue bastante tranquila, entre los quince viajeros, ocho eran chavales empezando
a vivir sus fiestas nocturnas, y las otras siete mujeres jóvenes, que en aquel
ambiente se veían respetadas y queridas, todos venidos aquel pueblo de
vacaciones, donde la mayoría tenían familiares, digamos casi todos a sus abuelos.
La noche fue avanzando, y el alcohol haciendo su faena, los tres jóvenes conductores,
con el carnet recién sacado, se pensaban que eran los reyes de la carretera, y
sobre las cinco y media de la madrugada, se dispusieron volver hasta aquel
pueblo, donde les esperaban sus familiares. Ya al salir tuvieron sus piques, de
coches y mujeres, y cómo gallos se portaron, y faltando cómo un kilometro para
llegar a la curva del Puente Romano, hoy peatonal, intentaron adelantarse, y el
conductor del coche SEAT, 1430, termino en un rastrojo, donde por lo menos anduvo
el coche más de cien metros, saltando y dando gritos todos los ocupantes. Aquel
joven conductor, con solo diecinueve años y el carnet recién sacado, no fue
capaz de dominar el vehículo, y una vez que se detuvo, los gritos y las
amenazas del resto de compañeros de viaje, no se hizo esperar. Faltaban tres kilómetros
para llegar al pueblo, y parecía que el día se quería abrir camino, la claridad
se notaba en los rostros de aquellos, quince jóvenes que por suerte siguen
vivos, aunque terminaron la mayoría andando, hasta llegar al lugar donde les
esperaban sus familiares. Un pacto de silencio que llevaron a cabo entre todos
ellos, hizo que la gente de aquel tranquilo lugar nunca se enteraran, aunque
sin tardar muchos meses, el enfrentamiento entre jóvenes, saltara por los aires
aquel compromiso, de silencio, que aquella noche pudo a ver mandado, a
cualquiera de los que viajaban al cementerio. Cómo media hora antes de ellos
cruzar el río Ucero, al lado del Puente del Suicida, hubo una patrulla de la
guardia civil, que a todos los automóviles, les paraban para hacer la prueba de
alcoholemia, a los conductores. Aunque ellos no fueron parados, ya que dicha
patrulla se ve que en esas horas del amanecer, apenas circulaban vehículos por
allí, y debió de retirarse del lugar, Hoy que han pasado bastantes años, de
aquel amanecer, que pudo a ver sembrado de luto aquel pueblo de Soria, Solo
queda el recuerdo, que apenas quieren recordar, los quince jóvenes, que cuando
en la televisión, comunican noticias tan desagradables, de muertes de jóvenes en
accidente, ellos piensan que pudieron aquel amanecer de agosto, a ver sido víctima
de la guadaña de la velocidad inadecuada, y de conductores imprudentes, e inexpertos,
que solo querían lucirse con los coches que sus padres les habían comprado, y que
mejor lugar que las curvas que rodeaban al río Duero, donde el terreno es un
misterio sin resolver. Hoy día un Puente nuevo, alejado del antiguo, hace menos
peligroso el recorrido, aunque siempre existirá, el conductor alcohólico, que
de nada le servirán los consejos, y aún menos sí quizá usara drogas. G X
Cantalapiedra.
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