jueves, 30 de enero de 2014

SUEÑOS EQUIVOCADOS Eran cerca de las diez de la noche de aquel bonito día del mes de Mayo. Cuatro jóvenes venidos de Madrid, acamparon en las antiguas eras de aquel pequeño pueblo de Soria. En sus proyectos estaban recorrer los caminos del Cid, donde algún amigo de ellos había pisado, extendieron sus dos tiendas de campaña y decidieron cenar, Después se dieron una vuelta por el silencioso pueblo, donde un vecino les informo de que cerca se encontraban unas ruinas celtiberas, en el lugar de La Torrecilla, Decidieron acercarse a dicho despoblado en la noche oscura, y entonces empezaron sus problemas. El lugar que les indicaron no eran las dichas ruinas, si no, un pequeño monte con muchos enebros en sus laderas y cima, una vez llegados allí, empezaron a sentir ruidos de animales, que no reconocía ninguno de los cuatro amigos, el miedo nocturno a lo desconocido, empezó haciendo mella en sus cerebros, sonaron un berridos que parecían de ciervos, pero a su lado salió un jabalí en carrera desesperada. Las linternas que llevaban todas se mantenían encendidas, pero el viento que silbaba sobre aquella gran colina, hacia que el miedo aumentara, al paso que caminaban se dieron cuenta que delante de sus pies, estaba una culebra medio encogida sobre las hojas y forraje de aquel monte de enebros. Los cuatro amigos se dieron entonces cuenta, que no era ninguna broma el pasearse a las doce de la noche en aquel monte tenebroso. No habían andado ni siquiera cien metros, cuando el alarido de una manada de lobos se escucho en la oscura noche, apagaron las linternas para observar como eran aquellos alaridos tan cercanos a ellos. Fue entonces cuando sintieron un olor bastante pestilente, que era de un zorro que sigilosamente se alejaba de ellos, Los cuatro amigos hablaron en silencio, decidiendo volver a sus tiendas de campaña, pero no seria nada fácil, los alaridos de los lobos se sentían cada vez más cerca. En la lejanía se veía entre los arboles aquel solitario pueblo, al intentar bajar la ladera que les parecía más apropiada, se dieron de bruces, con una torrentera que les hizo caer ladera abajo, terminando con sus cuerpos todo magullados, los lobos les perseguían sin dejar un momento sus huellas, al terminar la ladera, vieron un árbol bastante grande que parecía un nogal, decidieron subirse a el, para evitar el posible ataque de los feroces lobos. Durante más de cinco horas aguantaron subidos a dicho árbol, mientras que los lobos montaban guardia a los pies del árbol. Notaban como parecía que amanecía el día, deseando que la luz solar les dejara ver todo aquel paisaje solitario, y los lobos decidieran marcharse, para poder descansar de aquella terrible aventura. Volvieron hacia el pueblo cuando ya era completamente la mañana, su aventura nocturna había terminado muy mal, el miedo sobre sus rostros les impedía seguir el famoso camino del Cid, recogieron sus tiendas de campaña y decidieron volverse a Madrid. Una vez en la carretera comarcal dentro de su coche, comprobaron que el peligro siempre existe en estos lugares casi abandonados, vieron un jabalí bastante grande cruzando la carretera, intentaron salvarle, pero fue imposible, el coche le arrollo al jabalí, y perdió la estabilidad, sin poderlo impedir saltaron la pequeña cuneta y terminaron contra un hermoso pino chocando. Y dejando el automóvil sus ocupantes en estado calamitoso. No tardaron mucho los servicios de emergencia en acudir a su auxilio. Luego después de pasados unos días, recordaban en su Madrid, lo penoso y trágico de su aventura por tierras del Cid. G X Cantalapiedra.

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