viernes, 15 de noviembre de 2019

ERAN AÑOS DE CARROS Y DE BURROS

ERAN AÑOS DE CARROS Y DE BURROS Por el año de 1925, aquel labrador de la zona del Burgo de Osma, a 20, kilómetros de la Villa Episcopal, se decidió marchar con su borrico, a comprar enseres y herramientas de labranza, aquel día del mes de noviembre, saliendo de su pueblo a las siete de la mañana, cuando aún no había salido el sol en el horizonte, y sin pensar demasiado en tan largo camino, ya que la media de caminar del asno, era de cinco kilómetros hora, y sabía demasiado, que sus cuatro horas de caminata, no se las quitaba nadie, el Camino del Burgo de Osma, no era tan siquiera una carretera al uso, ya que estaba de tierra y con muy mal firme, aunque eso no le impedía el ir contento, ya que ese día se veía libre de mirones, y podría beber y comer en condiciones. Sobre las once de la mañana estaba entrando en El Burgo de Osma, y en su posada dejó al burro descansando. y sus recados les efectúo sin muchos problemas, a la vez de vender un saco de trigo a un conocido de su pueblo que se le había encargado, el labrador aquel, entro en la taberna burguense, y comiendo bastante cantidad y buen género, a las dos y media de aquella tarde se dispuso a volver a su pueblo, con el estómago lleno y disfrutando de aquella mañana de compras en dicha Villa. Más el camino de vuelta a su pueblo, no fue tan tranquilo, al haber andado como unos cinco o seis kilómetros, entrando en una zona de pinares, se cruzó por delante del burro, un zorro, bastante grande, y con un olor nefasto, que le dio por pensar en si existiría algún animal salvaje, que en el camino le diera algún problema. No tardó mucho en comprobarlo, andando como un par de kilómetros, apareció en medio del camino, una manada de jabalís, que parecían estar dispuestos a pelearse con dicho labrador, que sin dudarlo saco su navaja cabritera, y tirándose del burro, y cogiendo el ramal de la cabezada, del burro, trato de espantar a dichos animales, sin que estos se movieran del lugar, y teniendo que salirse de aquella carretera o camino, para poder esquivar a tan hermosa manada de animales. El respeto y miedo que a los jabalís se les tenía, era grande, ya que se comentaba en su pueblo, que el jabalí herido ataca, aunque no hayas sido tu quien le haya herido. Aquel hombre con un poco de miedo en el cuerpo, continuo su camino, pero no tardo mucho tiempo en verse en otra emboscada, en medio de la carretera, una enorme fiera, mitad perro mitad lobo, aullaba, y el labrador tuvo miedo de dicho animal salvaje, que el burro detecto enseguida, y sin nadie decirle nada, salió de aquel lugar a galope tendido, hasta cerca de andar un kilómetro, donde ya parecía que el perro salvaje, se quedó atrás. Tuvo que cruzar el río Duero, y al caer la tarde casi ya de noche, la niebla se abalanzo, sin dejarle apenas ver el camino, el labrador un hombre fogueado en el campo soriano, no sentía demasiado miedo, había a veces matado culebras grandes, y algún zorro fue por el muerto a garrotazos, pero la niebla le daba respeto, se encontraba casi entrando en el término de su pueblo, y las cuatro horas seguidas de por la mañana, con más de tres horas y media que llevaba de retorno, le dejaban cansado de su viaje al Burgo de Osma, que le parecían demasiado tiempo, en aquella época del año otoño, y que algunos vecinos suyos con caballos, lo realizaban en la mitad de horas. Faltando tan solo un kilómetro para llegar a su pueblo, vio entre la niebla un farol, que le llevaba un hombre de traje de pana negra, que resultó ser su hermano, que al enterarse de su tardanza, salía a buscarle, ya que le parecía demasiado tarde el retorno, de tan largo viaje a su cabecera de comarca, el hombre contó sus aventuras de camino al pueblo, entre los pinos y enebros, y toda la familia se quedó tranquila, al ver que ni el asno ni el dueño, tuvieron ni un mal rasguño, después de las peripecias de aquel viaje, que el hombre pensó, que sería un buen día de beber y comer, los productos de la tierra del Ucero… G X Cantalapiedra…

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