viernes, 2 de octubre de 2015
ERAN TIEMPOS DE SILENCIO
ERAN TIEMPOS DE SILENCIO EN AQUEL VALLE PERDIDO.
El año 1948, aquel pueblo de tendencia atea, en el corazón de la Castilla profunda, se vio sacudido por un sonar de campanas, que día y noche alteraban la paz de sus gentes, más bien tranquilas y pensadoras, habían llegado unos hombres misioneros, que intentaban cambiar el pensamiento de aquellas buenas gentes, todo marchaba como pensaban, los visitantes, noche a noche durante varios días trataban de convencer a su gente, en la iglesia parroquial, parecía una fácil misión, con el trato diario, entonces los misioneros hablaron con un carpintero de la localidad, para poder construir una gran cruz de madera, que seria colocada en el alto de aquel valle, aquel domingo de fin de misiones, Todo parece que salió como estaba pensado, aquella buena gente acudió a ver como era colocada dicha cruz, y sintiéndose dichosos por verla desde distintos lugares de aquel territorio. Pasaron como unos quince años, donde la cruz era referencia y lugar de visitas de forasteros y paisanos, que desde aquel bello lugar divisaban , los lugares de dicha localidad, hasta que un día del mes de junio, de aquellos años difíciles, quizá el día de San Pedro, se preparo una terrible tormenta, con mucho aparato eléctrico, al terminar la tarde, y la gente recogida en bares y casas, sintió el resplandor de rayos y sus truenos, que dejaron aquel valle medio asustado, apenas cayo agua aquella tarde noche , solo el bramar de la tormenta se escuchaba, con una fuerza arrolladora, Los pararrayos del valle, no dejaban de trabajar ante tal situación, aunque el miedo se notaba en las caras de las personas, que estaban sufriendo aquella descarga de electricidad, después de una hora o quizá algo más, la tormenta se quedo en viento, y la gente en sus casas parece que respiro, de tan horribles momentos. La mañana siguiente fue fresca, aunque era tiempo de verano, y las personas de aquel valle se dedicaban al trabajo campesino de huertas, siegas de cereales, y azufre o sulfato a las viñas, cada cual en su lugar de trabajo, sin mirar siquiera hacia donde la cruz, había estado quizá algo más de quince años. Se ve que algún pastor, que en su oficio se miraba a la lejanía, se dio cuenta de que faltaba dicha cruz, y pronto los comentarios se dejaron oír, Algún católico, de corazón ya mayor, al enterarse de dicha desgracia opino, ”Los cristianos de esta comarca, no hemos sido demasiado buenos, por eso nuestro señor Jesucristo a echo que la cruz la destruyera un rayo, dejándola hecha astillas quemadas”, Sus palabras nadie las contradecía, eran como sentencias que toda la gente del lugar entendía, no hacia falta explicaciones, sobraban las excusas ignorantes. Algunas personas pasando algún tiempo, intentaron recuperar la cruz, pero parecía imposible, la mayoría del personal allí viviendo, pasaba de todo lo que no les produjera economía, Aquella cuesta quizá en aquel valle, era lo que más se parecía al Monte del Calvario, el lugar donde se encontraba esa cruz, que parece que quedo para siempre en el olvido. Algunos emigrantes de aquel bonito lugar, hablaron del tema, y coincidían con aquel señor mayor cristiano, que decía un montón de verdades, y que aunque quizá nunca hablaron en persona, es posible que después en la otra vida, se lo hayan comentado, diciendo sus opiniones iguales. Los años cambian los recuerdos, y los cementerios siguen recibiendo visitas, mientras que los hombres no escuchamos demasiado a nuestras conciencias, ni juzgamos los hechos de nuestros convecinos, para poder impedirlos, sus actos de falta de humanidad y cristianismo de verdad, por eso aquella cruz la tormenta de aquel verano, destruyera su visión en aquel lugar donde los hombres, la miraban desde la lejanía, pudiera ser un aviso para poder cambiar alguna mente soberbia, y recapacitar en la humildad, lo malo es que a veces el ser humano, no respeta ni a su propio hermano, G X Cantalapiedra.
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