lunes, 26 de octubre de 2015
EN VISPERAS DE LOS SANTOS
EN VISPERAS DE LOS SANTOS DIFUNTOS.
En aquel tranquilo pueblo castellano, la fecha del primero de noviembre, era como la señal de empezar a pasar frío, además de visitar el cementerio, y colocar sobre las tumbas, las fotografías de los ausentes, con los faroles de aceite y las lamparillas, iluminando el triste ambiente. Aquella mañana había amanecido, con una suave lluvia que hacía que los paraguas, se abrieran sobre las aceras donde se transitaba camino del Campo Santo. Por aquellas aceras de cantos, caminaba aquel hombre que estaba viudo, desde no mucho tiempo, pero aquella madrugada le fue terrible, ya que antes de que amaneciera, el dormitorio se ilumino, sin dar nadie la luz, y además escucho la voz de la que fue su esposa, que le llamaba entre suspiros, el se levanto de la cama, como si su esposa estuviera de verdad con él, pero al rato se dio cuenta que ya llevaba medio año enterrada, y pensó que eran alucinaciones, trato de dormir de nuevo, pero la luz se volvió a encender, y esta vez la lámpara, del dormitorio, se movía como si alguien jugase con ella, quiso tratar de olvidar lo que estaba pasando, pero sintió que alguien en su puerta le llamaba con el llamador de bronce, intento no meter ruido, y llego hasta la puerta, donde comprobó que nadie existía llamándole, sus pasos retumbaban en la noche, de vuelta a su cama, intento dormir en esas circunstancias, pero algo le parecía que olía como a quemado, intento revisar la casa, pero nada resultaba ser anormal, tan solo las luces seguían haciendo sus guiños, y en la lejanía, parecía como si un rumor de ruidos incompresibles, retumbaran dentro del edificio, que era de construcción moderna, aquella noche era siempre temida entre aquella gente de su pueblo, existían los graciosos de turno, que con una calabaza hueca hacían la calavera, sobre la ermita del pueblo, que se encontraba en el alto mayor de aquella tierra. Pero para aquel hombre viudo, en aquella noche, le estaba resultando ser terrible, sus manos tiritaban de frío y miedo, sus ojos parecían querer saber aquel misterio que le rondaba, no pudo dormir el resto de la noche, de vez en cuando la voz de su esposa, se escuchaba con más fluidez, y el sin parar de pensar, se acercaba hasta donde se oía los suspiros de ella. Pero todo parecía un misterio, el se preguntaba en silencio, dime si me porte mal contigo, dímelo, no me vuelvas loco. Sentía como el respirar de su esposa en los últimos días de su vida, todo eran sonidos que reconocía, en aquella madrugada del primero de noviembre. La claridad del día le cogió de sobresalto, la lluvia fina resbalaba sobre los cristales de su vivienda, y la gente del pueblo sin pensarlo mucho, caminaba hasta el cementerio, para seguir las tradiciones de muchos años atrás. El hombre al llegar a la tumba de su esposa, sintió la necesidad de hablar en voz alta, preguntándola cual era su petición de aquella madrugada, nadie le respondió, ni cuenta se dieron los vecinos de aquella sepultura, que como él la estaban limpiando y adornando con flores, su mirada se quedaba fija, sobre la tumba, en ella estaban enterradas sus ilusiones y amores, y quería saber aquel terrible misterio, de la tan movida noche de Los Santos. No quería contar nada de sus experiencias nocturnas, se callaba su misterio, él pensaba, a nadie le interesaría saber nada de aquella noche de fantasmas, ni por que su esposa fallecida, en esa noche no le dejaba tranquilo dormir, era como si lo mejor fuera el ocultarlo, y seguir esperando cualquiera otra señal o aviso, el hombre se volvió a medio día para su casa, sin contar su terrible noche. Que ya nunca podrá olvidar. G X Cantalapiedra.
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