jueves, 3 de mayo de 2018

EXISTEN MISTERIOS SIN EXPLICAR


                EXISTEN  MISTERIOS  SIN  EXPLICAR

En aquella noche del mes de enero, del año 1989, el teléfono se escuchó en el dormitorio de aquel matrimonio, en su domicilio del Barrio de Aluche, en Madrid, el marido un hombre rodado por las carreteras españolas y europeas, ya que había sido camionero, durante más de diez años, y entonces conductor de su propio autobús, sintió el eco de la voz de su padre en el auricular del teléfono, llamándole para que fuera a recogerles en Alicante, diciéndole estas palabras. “Hijo ven a buscarnos, estoy muy mal de salud, y tu madre aun peor, espero que llegues esta madrugada, para llevarnos a nuestro pueblo de Toledo, para ser enterrados allí los dos”. El hijo al sentir aquella voz, se quedó de piedra, no sabía cómo reaccionar, de pronto su esposa le dijo, coge el coche y sin pensarlo más, nos vamos a buscarles, Aquella noche larga, se hizo muy pesada, pararon a tomar café en la carretera, y de madrugada llegaron a la casa que sus padres tenían alquilada en Alicante, en el Barrio de Benalua, al llegar a la puerta, hicieron sonar el timbre, pronto la puerta se abría, y subieron hasta el primer piso, dónde sus padres estaban empezando a levantarse, al verles llegar les dijeron. “ Que hacéis aquí, estáis de vacaciones·, y en el cruce de palabras se dieron cuenta que nadie les había llamado, Más el hijo miro al padre fijamente y le vio sus ojos resplandecer, eran ojos vidriosos cargados de tristeza, entonces sin pensarlo demasiado, les recogieron su equipaje, y les invitaron a subir a su coche, para volver a su pueblo toledano, de vuelta por la carretera para Albacete, no dejo el hijo de mirar a su padre por el retrovisor, y al llegar a Villena, de pronto notó que su padre que iba en el asiento trasero, se dejó caer como si estuviera muerto, parando el coche al ver que no reaccionaba, y sus ojos cerrados no era capaz de abrirlos, el hijo con el automóvil, se adentró en Villena, y rápidamente alguien le indico donde había un curandero, que le efectuó unos movimientos raros, y el padre volvió de nuevo a la vida, para así proseguir su camino hasta la provincia de Toledo, donde al llegar a su pueblo, el padre dejo de vivir, y la madre, se quedó en silencio, sin poder ni llorar de la impresión recibida, dos días más tarde la madre también fallecía, el hijo intento enterarse de quien pudo ser el que les aviso, ya que sus padres no lo llamaron, pero fue oportuna la llamada, ya que así pudo estar con ellos los últimos momentos de su vida. Por un amigo suyo intento mirar en telefónica, de donde procedía dicha llamada nocturna, que sobre la una y media de aquella noche de enero, les puso en pie y de camino hacia Alicante, nunca llegaría a enterarse del misterio que le puso en marcha, aquella noche fría, y a veces con bancos de niebla en la carretera, el hijo en su mente de vez en cuando, escuchaba aquellas frases, que medio dormido le despertaron, al hablarle una voz que era igual que la de su padre, pero que él nunca se imaginó que no existiera, al volver hacia Madrid, la mañana del mes de enero, y al pasar por delante de los juzgados de Benalua, el padre le dijo, aquí murió Miguel Hernández, el poeta, y aquellas palabras se le quedaron grabadas, eran como un preludio de aquel final, que alguien por el auricular del teléfono, le transmitió, y que serían para siempre, compañeras de su memoria, incluso trabajando con su autobús, nunca ya llegaría a olvidarlas.

      G X Cantalapiedra.

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