EL SOL
QUEMABA SOBRE LA
LLANURA CASTELLANA
En aquel día del mes de julio, del año mil
novecientos cincuenta y cinco, el sol abrasaba, sobre las llanuras de Castilla,
Algunos rastrojos de cebada, soltaban fuego de su suelo, los trigos Aragón,
Candeal y mocho, estaban secándose a pasos agigantados, El cielo azul
prevalecía, y algún viñedo en la lejanía, parecía soltar brisas de verse con
sequedad. Más aquella tarde sobre las cuatro, empezó a notarse una formación de
nubes de tormenta, que no tardarían mucho tiempo en descargar agua y granizo,
llevándose el calor tan enorme de aquellos días de verano. El cielo empezó
dando relámpagos constantemente, y las nubes empezaron a descargar, los
labradores de la profunda Castilla, se encomendaban a Santa Bárbara, para que
protegiera sus cosechas, de aquel granizo helado y dañino, algunos incluso
tenían la costumbre, de poner velas a sus santos, para que les diera la lluvia,
sin tener esa fuerza demasiado dañina, para las cosechas que aún estaban por
recogerse, ya que entonces el campo agrícola, no estaba demasiado mecanizado,
solo alguna maquina segadora, campaba por aquellos lugares, y las eras eran el
lugar de cita de las familias campesinas. Aquella tormenta duro cómo una hora,
que fue terrible, ya que cayeron cómo unos cuarenta litros por metro cuadrado,
las calles parecían lagunas, y los lavajos de aquel término se llenaron de agua
y granizo, de la tormenta. Luego al rato de dejar de caer agua, los labradores
echaban sus cuentas, de perjuicios y daños, saliendo al campo para ver sus
viñedos y trigos aún por segar. Parece que los daños no eran lo mismo, cada
pago o termino, había sufrido de distinta manera, los relámpagos fueron muy
grandes, y un poco antes de descargar la tormenta, los guardas del campo,
lanzaron varias bombas sobre la tormenta, desde diferentes casetas recién
construidas para dicho efecto. No se sí fue las bombas, pero las nubes negras
soltaron su carga, que algunos lugares, fueron dañinas, incluso los melonares
de aquella época, les dejo casi rasos, con sus hojas todas agujereadas, y sus
gigantas y calabazas dañadas, Los lamentos de aquel valle, se repetían en sus
calles, donde toda su población vivía de la producción agrícola. Después de
pasar varios días, oímos contar cómo los animales, incluido las gallinas en los
corrales, y perros y gatos, antes de iniciarse la tormenta, se refugiaban en
los interiores de las viviendas, y los burros y acémilas en el campo, se
encogían sus cuerpos, dando la espalda a la tormenta, que parecía venir del
suroeste, temblando sobre todo los asnos, que sus orejas grandes, las colocaban
en posición de que no les entrara agua en ellas. Contaban algunos segadores, de
su temor a los rayos, ya que sus hoces, las alejaban de los refugios recién
montados con haces de cereales, y las introducían en sus fundas, para evitar la
llamada a los rayos que aquella tarde fueron cantidad. Fue una hora
terrible, la tormenta dejo sus huellas,
arrastrando tierra en las laderas, y haciendo mucho daño en las parvas de las
eras, donde la cebada trillada, estaba en montones sin apenas limpiar, y sobre
todo en los majuelos, viñas, que tuvieron que azufrar y sulfatar días después.
Estos recuerdos de infancia, se quedan siempre enganchados al cerebro, y aunque
estés muy lejos de la Castilla Profunda, siempre que aparece una tormenta
grande, se vienen corriendo a tu mente, para hacer comparaciones, de los daños
y de la fuerza del granizo, sobre los productos del campo. Aunque jamás pude
pasar más miedo, con una tormenta, que el día 31 de mayo de este mismo año, en
la autovía del Mediterráneo, sobre las siete y media de la tarde, entre
Chinchilla y Almansa, el granizo pegando en el parabrisas, del coche que
conducía, era nula la visibilidad, que pase durante más de veinte minutos, el
susto fue morrocotudo, los coches y camiones parados en los arcenes, y yo sin
tener una salida que me pudiera dar tranquilidad, el asfalto cubierto de
granizo y agua, fue fatal. G X
Cantalapiedra.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario