EN LOS PARAMOS
DE LA CASTILLA SECA Y POLVORIENTA
En aquella noche del mes de julio, del año mil novecientos
ochenta y ocho, los trigales estaban siendo segados, en las llanuras de la Castilla
seca y polvorienta, y una maquina cosechadora, estaba trabajando sobre el cereal,
sin importarles la noche, ya que eran sobre las dos de la madrugada, y el trigal
estaba todavía caliente, con una temperatura de unos veinticinco grados de
calor. Pero de pronto en el lugar de la siega, llamado Valdelahelice, se noto
un ruido estremecedor, y unas luces que soltaban una claridad tremenda, el maquinista
de la cosechadora, que hacia su trabajo, se dio perfecta cuenta, que algo
anormal pasaba, ya que una maquina voladora, paso por encima de su cosechadora,
e hizo que se quedara sin luz propia, y el motor de dicha maquinaria se parara
en seco, sin notar antes ninguna avería. La sensación aquella le dio que pensar,
y enseguida se dio cuenta, que la maquina voladora, daba la vuelta hacia donde
estaba el y su máquina, que no conseguía ponerla en marcha, al darse cuenta de
lo que le estaba pasando, se bajo rápidamente de la cosechadora, llevándose las
llaves del contacto, y tratándose de esconder, entre el cereal que era bastante
alto, aunque se trataba de trigo mocho. Más aquella maquina voladora, soltaba
una luz cegadora, que todo lo iluminaba cómo sí fuera de día, y termino parándose
sobre una altura de unos cinco metros del techo de la cosechadora. El maquinista
viendo todo aquel gran misterio, seguía escondido, en muy pocos metros de
distancia, sin levantarse mucho del suelo, para que no le vieran aquellos seres,
que enseguida pensó que eran extraterrestres. Algunos de estos seres raros,
bajaron hasta el lugar de mando, de la cosechadora, y con alguna forma parecida
a un comprobador de aire de las ruedas, se dieron la vuelta entera sobre dicha
maquinaria, por lo poco que pudo verlos, le parecieron seres extraños, con unas
manos muy largas y delgadas, y unos trajes de color amarillo brillante, que soltaban
claridad por todas partes, y sus cabezas parecidas a las calabazas, envueltas
en una forma de casco de cristal trasparente, por todas partes, la luminosidad,
era tan grande, que pensó que le terminarían viendo, entre el trigal que momentos
antes, había estado cosechando. La visita duro poco tiempo, cómo de unos cinco
minutos más o menos, aunque aquel hombre le pareciera, una eternidad, espero cómo
unos diez minutos, para tratar de volver a su máquina, y pensando en ponerla en
marcha. Más de pronto vio las luces del tractor, que llevaba el cereal hasta
aquel pueblo castellano, y ya sin pensarlo más, salió de su escondite para
poder contar lo sucedido, aunque no preciso de muchas explicaciones, ya que el tractorista,
le había pasado una cosa parecida, habiendo sufrido una pasada por encima de su
vehículo, cuando regresaba para recoger el grano de aquellas parcelas. Todo aquel
misterio de la noche, se quedo sin explicación, ya que tractorista y maquinista,
se volvieron a dormir en aquel pueblo castellano, sin poder saber lo que de
verdad les había ocurrido, y que al día siguiente, alguien al contarlo ellos,
les dijeran que sí habían bebido demasiado, ya que nadie en el pueblo había oído
ni visto nada, todo parecía un chismorreo, y tuvieron que callarse por miedo
hacer el ridículo, más los dos hombres coincidían en sus visiones igualmente,
con la diferencia que el tractorista iba circulando, y el tractor empezó a
retemblar, y termino parándose con las luces y el cuadro de mando apagados, y el
maquinista de la cosechadora, tuvo la buena idea de bajarse corriendo, y
esconderse entre el trigal, hasta que de nuevo les vio partir camino del cielo,
ya que su elevación fue en vertical, y a una velocidad que le asusto por su
rapidez, pasados unos días, unos periodistas quisieron hablar con los dos hombres,
para que les explicaran sus encuentros con dichos seres. Más se negaron rotundamente,
para que no les molestasen nunca más, en el futuro, ya que se oían varias bromas de mal gusto. G X Cantalapiedra..
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