MISTERIOS INESPLICABLES
En el mes de julio, de hace unos cuantos
años, un matrimonio joven, recorriendo Asturias, sufrieron algunos misterios,
todos ellos imposibles de calificar. Estuvieron hospedados en Luarca, en
aquellas fechas del mes de julio, con un calor bastante grande, para estar en
la orilla del mar Cantábrico, donde por las noches trataban de pasear, para
aliviar los calores, Una noche en el Puerto de esta población asturiana,
escucharon voces, que parecían venir de otros mundos, ellos como otros
paseantes, se quedaron aterrados, sin saber de donde procedían. Y un poco
asustados se marcharon a dormir. A la mañana siguiente, parecían sentir
escalofríos, sus cuerpos notaban un frío, que no era normal en aquellas fechas,
y después de raras sensaciones, se pusieron de acuerdo, en marcharse de Luarca
camino de Gijón. Se decidieron ir con su automóvil, por carreteras de la costa,
para poder ver y vivir sus grandes paisajes. Sin pensarlo dos veces. Más al
llegar a Cadavedo, el coche hizo un extraño, sobre la carretera, el cuadro de
mandos empezó a parpadear, y los intermitentes, no se paraban con nada, el marcador
de la temperatura marcaba en zona roja. El marido se acordó que en aquel lugar,
había dormido hace años, y pensó, voy acercarme hasta la casa donde dormimos
una noche, hace unos veinte años, cuando yo era un chaval, y así lo hizo, se encontró
que la casa ya no existía, y volvió de nuevo al automóvil, donde al intentar
dar el contacto del coche, recibió una descarga eléctrica, pero el automóvil,
se puso en marcha sin hacer nada raro. De nuevo continuaron, por aquella
carretera de la costa, hasta llegar a Cudillero, donde en la zona del Puerto,
aparcaron su automóvil, al bajarse del coche, un mendigo les pidió limosna, y
le dieron alguna moneda que llevaban en el bolso, al tiempo que el mendigo les decía,
“disfrutar de Asturias, mañana os espera un viaje triste”. El matrimonio joven
se quedaron perplejos, nada les hacía pensar en ninguna cosa rara. Y pasearon
por Cudillero, disfrutando de su paisaje de Balcón del Cantábrico. Al caer la
tarde decidieron marcharse a Gijón, sin tener ningún problema en la carretera. Pero
al entrar en el Hostal, donde pensaban dormir, algo les pareció raro, un niño
de unos nueve años, con los ojos tristes, les miro de arriba abajo, y les
comento, “Mañana será tiempo de sufrir”, El matrimonio no lo dio importancia,
pero aquella noche todo parecía posible, cerraron las ventanas, para no
escuchar ruidos, pero hasta la cama parecía aliada del misterio, y sobre las
cinco y diez de la madrugada, el marido se despertó sobresaltado. Y grito,” Se
acaba de morir mí abuelo”. Esas palabras resonaron como sí fueran campanas a
medianoche, la mujer trato de consolar al marido, diciendo que solo era un
sueño, ya que su abuelo aunque mayor, era de una fortaleza muy fuerte, y el nieto
siempre fue el preferido de su abuelo. Esperaron en la cama sin poder dormir, y
a la media hora, sonó el teléfono móvil, para avisarles de tan desagradable
noticia. El marido lloró, y su esposa le consolaba, pero se dieron cuenta
entonces de las frases del mendigo, y de aquel niño en la puerta del Hostal.
Luego más tarde la familia les comunicaba, la hora exacta de la muerte del
abuelo, todo era realidad, aquel grito que soltó en la cama, a casi 500, kilómetros
de distancia, de donde falleció el abuelo, a las cinco y diez de la madrugada,
de aquel mes de julio, donde el calor era asfixiante, y donde los misterios se
quedaron sin poder ser aclarados. La carretera de vuelta desde Asturias, todo
resulto ser más normal, una sola parada para repostar gasoil, y tratar de
llegar lo antes posible, para poder ver a su abuelo, en el Tanatorio, y
demostrarle que su llamada al tiempo de morir, llego con la precisión del
misterio, que nunca pudo ser resuelto. El matrimonio ha vuelto a pisar Asturias,
pero aquella llamada nunca la pudieron olvidar.
G X
Cantalapiedra.
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