sábado, 16 de enero de 2016
CRUZANDO LOS CAMINOS.
CRUZANDO LOS CAMINOS DE LA VIEJA Y PROFUNDA CASTILLA
Cruzando los caminos de Castilla la Vieja, se marchó de su querida villa, buscando una nueva vida, donde poder desarrollar su oficio de leñador de montes. Estuvo vendimiando y trabajando por distintas poblaciones, y en diferentes trabajos, hasta que pudo llegar a la tierra de Vascongadas, donde empezó a trabajar en una serrería en la localidad de Beasain, Guipúzcoa, donde se estableció y con el paso del tiempo, pudo fundar su propia familia. Aquel hombre que había cruzado, durante muchos días el río Duero, y con sus hachas al hombre, tendría que caminar varios kilómetros, hasta llegar a su destino de trabajo, talando árboles, y otras veces haciendo podas a pinos y encinas, sabia de sobra lo duro que era andar de un lugar para otro, y mucho más a principio del siglo XX, ya que fueron los primeros años de dicho siglo, cuando el hombre cansado de no encontrar un futuro en su tierra, se decidió a coger un saco y sus pocas pertenencias, entre las que se encontraba una manta de campo, y decidirse a recorrer caminos, sin encontrar ningún impedimento. Sus sueños les había llevado encima en su servicio militar en tierras de África, donde conoció parte de aquella guerra que tantos muertos le costó a España, y de la que tan mal recuerdo tenía. Al regresar a su villa, se dio cuenta que el futuro no era nada halagüeño, y sin pensarlo demasiado, eligió el camino de la emigración hacia otras tierras por él nunca pisadas. Su recorrido nunca fue directo, ya que donde encontraba trabajo, allí se quedaba para poder ganar algún dinero, y a la vez tratar de saber dónde podía encontrar su futuro, La vida le fue bastante difícil, tuvo que dormir sobre sacos de paja, y otras veces en el propio suelo, acompañado de su manta de campo, que le daría abrigo para aguantar los fríos de aquella época del año, todo se le ponía difícil y problemático, aunque jamás se llego a desesperar, parecía que su mente con imaginación, le animaba para llevar su propósito a buen destino. Cruzando sierras y barrancos paso los montes de la provincia de Burgos, donde no encontró apenas trabajo de lo que el andaba buscando, y por tierras de Vascongadas, recibió buenas palabras y con ellas lo que el añoraba, poder talar árboles y hacer leña, sus fuerzas eran las de un hombre joven, con las manos llenas de durezas, llamadas callos popularmente, y que los mangos de los hachas, se acoplaban normalmente a sus manos castellanas, Pronto le contrataron para trabajar en lo que él había soñado muchas veces, la tala de árboles, y después la serrería, era cómo si la vida le llevase a la tierra prometida, donde aunque con muchos más días de lluvia, sentía el olor de la resina, que los pinos soltaban al ser talados, sus ilusiones se notaban en su mirada, era un hombre agradecido y confiado, y así fue cómo encontró a su esposa, que era la hija de la casa donde estaba de pensión, y con la que después de casado, llego a tener tres hijas, eso sí, hablándolas de su Castilla profunda, y de sus tiempos infernales en el África sedienta. El hombre nunca volvió a su tierra, sus padres murieron y en esos momentos él estaba ilocalizable, y cuando llego a enterarse de sus fallecimientos habían pasado varios meses. Sus ojos lloraron el día que se entero de tal desgracia, y aunque para entonces ya estaba casado, maldijo su mala estrella, al no poder estar en su villa presente en tales acontecimientos, Se cruzaron muchas ideas por su cerebro, aunque abrazando a su esposa le comento, he sido carne de emigración y guerra, mí pasado siempre fue andar de un lado para otro sin residencia fija, me imagine que mí futuro tendría estas penalidades. G X Cantalapiedra.
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