jueves, 2 de octubre de 2014
AQUEL DOMINGO SE ROMPIO LA SENDA QUE VA A LA ERMITA
AQUEL DOMINGO SE ROMPIO LA SENDA QUE VA A LA ERMITA.
Aquella tarde de septiembre de 1955, tenia que ser la hora de su alejamiento, la despedida estaba al caer, y el viaje hacia una nueva vida empezaba con aquella penosa despedida. Los últimos rayos del sol parecía que se acercaban hasta ellos, no se si para dejarles explicarse, o tan solo para que la luz les diera una ultima imagen de acercamiento.
Las manos les sudaban a los dos jóvenes como si estuvieran trabajando fuerte, pero eran los nervios de aquella despedida, que no sabían donde ni como terminaría.
Minutos después se lanzaron hacer promesas que quizá nunca cumplirían, solo que el momento era tan aparente y de tanta seriedad, que pensaron que algo habría que hacer para salir de aquel atolladero, donde la vida les había metido, sin dejar otra oportunidad, que tener que coger la maleta y seguir el camino que algún que otro paisano ya hacia años habían tomado.
No hubo lagrimas, ni apenas besos, solo una desconfianza hacia lo que el futuro les podría dar a cada uno de los dos jóvenes. Los dos miraron hacia la ermita que esta en el alto, sintieron como un escalofrío, y los dos al tiempo pensaron, ya no subiremos a la ermita, ya no nos esconderemos de los curiosos, todo desde mañana será distinto, parece que se llenaban de razón, arriba estaba la ermita, llena de nombres y de iníciales que marcaban fechas y corazones atravesados, entre todo eso un gran burro que escrito debajo decía, no seas como yo, búscate otra forma de vida.
Aquella noche el joven daba vueltas en su cama, esperando que su futuro fuera como el había soñado, sus padres apenas podían dormir, era noche de cavilaciones, no podía llevarse a su novia con el, ella tenia una vida bastante cómoda en aquel pueblo, y jamás la propuso que iniciara aquel camino de aventuras.
La noche se hizo larga, nadie comentaba nada en su silencio, solo el cerebro del joven pensaba y sentía si aquel viaje pudiera terminar en un fracaso. Apenas pudo dormir con sus preguntas, lo que nunca se llego a preguntar, si la joven era el amor de su vida, o solo era el pasatiempos de aquellos domingos donde pasear camino de la ermita era su gran fiesta. Entonces no le venían a la memoria otras jóvenes quizá hasta más guapas que su novia, nunca se había echo un examen, de saber si de verdad era su gran amor, o tan solo fue el despertar a la juventud, y en tan solitario lugar, tampoco tuvo muchas mujeres donde elegir. Aquellas horas antes de empezar el viaje, fueron cruciales para sus ilusiones.
La mañana estaba fría, pero salto de la cama con mucha energía, y despidiéndose de sus familiares íntimos, empezó su camino en una furgoneta que le conduciría a la próxima estación de ferrocarril, al salir del pueblo, echo la vista hacia la parte alta donde se encontraba la ermita, fue una despedida sin pronunciación, el conductor del vehículo, le animo diciendo, La vida en estos lugares es muy dura, no solo por el clima, si no por el trabajo y las viviendas que tenemos, que no guardan medios para los inviernos largos y duros de estas tierras. El joven pensó, tengo que ganar dinero donde quiera que este, para poder comprarme un piso, y así poder traerme a mi novia, que en aquel momento le parecía lo más razonable.
Luego los años transcurrieron, y la que fue su novia se caso con un agricultor de su comarca, y el joven gano para un piso, y muchas más propiedades, pero aquella sombra de la ermita, le siguió toda su emigración, su esposa era mucho más guapa, y sus hijos siempre destacaron por su educación, pero siempre le quedo la duda de saber que habría pasado, si hubiera continuado, cada domingo subiendo a su ermita, de la mano de aquella joven que inicio otra aventura muy distinta a la de su antiguo novio. La vida les puso a prueba, cada cual en su sendero, G X Cantalapiedra.
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