jueves, 26 de mayo de 2016

EL SEÑOR MARIANO EL SILLETERO.

EL SEÑOR MARIANO “EL SILLETERO”, EN LA CALLE DEL PARCHEL En una villa de la profunda Castilla, llamada La Seca, en los años de mil novecientos cincuenta y pico, vivía un señor llamado Mariano, que su oficio, era el de silletero, ya que se dedicaba al arreglo de sillas de espadaña, que en aquellos años eran lo más normal , en las viviendas obreras, ya que por lo menos no eran demasiado frías, el tal señor Mariano, era un hombre pobre e invalido, todo su trabajo lo realizaba, sobre una alfombra de espadaña por el mismo realizada, y su forma de vivir era cómo se dice hoy en día, tercermundista, aunque sobrevivía de su trabajo autónomo y poco reenumerado, todo esto hubiera sido normal, en aquellos tiempos, pero el tal señor Mariano, no acepto tomar comunión en su propia casa, y el párroco que entonces tenía La Seca, llamado Don Exuperio, se ve que le apunto en su libro de rebeldes, y al llegar la muerte del señor Mariano, el párroco impidió, que todo el acompañamiento con su cadáver, no pudiera bajar por la Calle Real, hoy día de Tomas Bayón, teniendo que ser llevado en las andas de los pobres, de La Seca, que fueron donadas por el catedrático Don Pedro Moyano, nacido en esta villa y teniente alcalde de la ciudad de Zaragoza, que una cosa de las muchas que regalo a su villa, fueron las andas incluida su caja de féretros de infinidad de usos, ya que sobre ellas era depositado el cuerpo del fallecido, y después se le arrojaba sobre la tumba casi siempre de tierra, donde se le daba sepultura. El señor Mariano no pudo pasar por la calle Real, y su sepelio tuvo que transcurrir, por el camino de la Huerta de la Alegre, donde aquel domingo, por la mañana , mucha gente de La Seca, se movilizo para acompañar a este pobre hombre, que estaba vivo de milagro, ya que si no fue represaliado, en la maldita guerra civil española, fue por estar invalido total, y solo podía mover sus manos, su sepelio silencioso, se dirigió hasta el cementerio llamado de Los Protestantes, que estaba situado en la esquina Norte del cementerio actual. En el camino los silencios dejaron marcas, el sonido de la arena, al ser pisada por los zapatos llamados gordos de hebillas, se metía en los sentidos, la gente que en aquella media madrugada, le acompañaba al cementerio, sentía la fuerza del desencanto de la vida, ya que dicha entrada a aquel rincón de Cementerio era estrecha y su puerta medio hundida, una vez dentro le sacaron de la caja, y envuelto en una sábana blanca, le dejaron suavemente caer sobre su tumba que era el hoyo, que su vecino el enterrador llamado Casío, le había hecho, al despedirle en aquel lugar tétrico y tormentoso, los amigos y vecinos, en su interior sentían el odio, hacia ciertos caciques, que apoyaron aquella actitud inhumana, muchos de ellos tuvieron que salir de su querida villa, camino de la emigración forzosa, eso sí sin poder explicar todo lo que la mente tenía guardado, solo en sus ratos de ocio en tierras extrañas , se atrevían a comentar en silencio, por temor a ser escuchados y represaliados, quizá la gente de mí villa, no conozco la historia, aunque yo fui más de una vez para arreglar alguna silla o taburete de espadaña, de la que el señor Mariano era un artista, de ese oficio. Solo quiero que en el futuro, ningún ser humano, se le prohíba el paso de su sepelio, por esa tan bonita calle de Tomas Bayón, incluida la plaza, y nunca un párroco quiera imponer sus ideas racistas, o clasistas, sobre la gente de mi querida villa. Y que nunca más se lleguen a usar aquellas andas con su caja de muchos usos. G X Cantalapiedra.

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