lunes, 5 de agosto de 2019

RECUERDOS DE NOVILLOS

RECUERDOS DE NOVILLOS Eran los años de mil novecientos cincuenta y pico. Cuando los novillos, que más que novillos eran unos grandes toros, de unos quinientos kilos cada uno, y se corrían los encierros, campo a través, desde Mal Pasillo, hasta el corralón del Hospital, hoy día colegios públicos lasecanos. Los aficionados de diferentes lugares, unos a caballo y otros a pie, caminaban alrededor de aquellos toros bravos, que hasta no llegar a el pago de La Frontera, no empezaban las carreras hasta el mismo corralón, que algunas veces se negaron a entrar, y prolongar dicho encierro, siendo causa de algún toro suelto en pleno campo, y teniéndose que hasta matarle a tiros la Guardia Civil. Eran años de emigración forzosa, el paro en aquellos días de fiesta, era bastante grande, el verano estaba terminando, ya que eran las fiestas el último domingo de agosto, y en mi mente quedaron algunos recuerdos familiares, imposibles de olvidar. Era mi madre una aficionada de toda la vida, a los encierros de mi querida Villa de La Seca, y en La Calle del Pozo Bueno, con un mandil de estar en casa, desde el medio de la calle llamaba a los toros, con un aullido que les ponía en posición de envestir, los cuatro hermanos que éramos entonces, estábamos dentro de la ventana con verjas de hierro, pasábamos un terrible rato, ya que los toros bajaban con dirección a la Calle Real, y se ladeaban hasta la casa de mis padres, donde apenas a mi madre la daba tiempo a meterse por la puerta, mientras mi padre, que no se sentía tan aficionado, la llamaba por su nombre, y además la decía chica, que te pueden coger estos toros, pero ella esperaba el máximo tiempo para entrar y cerrar la puerta de dos hojas, que más que una puerta parecía una talanquera, de pesada que era, y que los toros aquellos pasaban pegando sus cuernos a ella, con el consiguiente miedo de todos los hermanos, que sufríamos viendo el encierro cada año, y los tres días de novillos la misma historia, mi Madre una lasecana de toda la vida, y amante de su Villa, hasta el día de su muerte, y con noventa y un año, armo una protesta por no bajarla al encierro en su antigua casa, hoy día de mi hermano. Ella que conoció y vivió dos años en Ortuella, Vizcaya, y también en Madrid, nunca dejo de ser amante de Valladolid. Nos recordaba que de niña veía las minas de hierro, donde la dinamita a medio día levantaba piedras enormes, y en Madrid paso trabajando ciertos años de joven, pero allí fue su final, al tenernos a sus seis hijos vivos en esa ciudad, lo mismo que a mi padre, pero que los dos tenían el pensamiento en La Seca, donde ambos descansan… Volviendo a la Villa, tuvimos un alcalde en aquellos años de hambre y miseria, que es de agradecer, su buena conducta, fue Victoriano Cantalapiedra, que hizo un plus de paro, para que la gente trabajadora, pudiera llevarse algún bajo sueldo, en las épocas del año, donde el paro era temeroso, y al tiempo arreglaba los edificios públicos, el Cementerio, y los caminos vecinales, con aquellos hombres, que poco a poco iniciaron el camino de otras tierras, sobre todo de las Vascongadas. Donde en la cuenca del Nervión se dejaron ver, en los trabajos más duros y sacrificados, siendo reconocidos sin tapujos, La Seca perdió mucha población, más aquel, hombre que fue alcalde, y llevo el agua a las Fuentes, siendo criticado por los caciques de entonces, hoy día le debemos de reconocer sus buenas formas de llevar un localidad, entonces con dos mil habitantes, he impedir que el hambre se apoderara de mucha clase obrera sin apenas medios. A cada cual lo suyo. Hoy muchas personas jóvenes, no conocen la historia de nuestra querida Villa, pero aunque los libros, y las leyendas oculten muchas verdades, siempre al final resplandecerá la cruda realidad. “Viva Los Novillos”. G X Cantalapiedra…

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