lunes, 22 de julio de 2019
AQUELLAS BRISAS DE LA MAÑANA
AQUELLAS BRISAS DE LA MAÑANA
En aquellas mañanas del mes de agosto de 1955, la siega a mano con hoz, era lo más normal en La Castilla Profunda, además eran las fechas donde los segadores, podrían ganar algún dinero, que luego en las jornadas de terminado el verano, se quedaban sin trabajo, y no existiendo el paro, las economías caían en picado. Fueron muchos los segadores, que habiendo pasado el verano segando en Tierra Blanda, al terminar el verano, decidían coger su maleta, y empezar su inmigración forzosa. Aquellas pesadas maletas, que el carpintero señor Toribio, fabricaba, se llenaban con camisas y demás ropa que tenían en uso, para salir a la aventura de las ciudades del norte de España, o Madrid, Fueron años difíciles, pero los segadores sabían ser sufridores, en aquellas frías mañanas, las hoces afiladas, se calentaban incluso con la marea, y empezaban mucho antes de salir el sol, a ir segando los cereales, que entonces se sembraban. Los gavilleros se dejaban ver, incluso con las brisas de la mañana, en aquella Castilla labradora, que apenas tenía maquinaria agrícola, entonces era cuando los tractores iniciaron su trabajo en el campo, y aquellos segadores, ya advertidos del futuro que se aproximaba, pensaban en salir huyendo de aquellos lugares, donde el trabajo era duro y poco remunerado. Aquellas mañanas donde apenas cantaban los grillos por el frío, donde se segaba con chaqueta de pana vieja, eran momentos duros y trabajosos, algunos trigos estaban tumbados, por tormentas con granizo, o simplemente por el peso del grano, el trigo Candeal, o el trigo Aragón, ocupaban la mayor parte de los campos de cereales, y la otra parte de la agricultura, eran las viñas, que algunas eran tan viejas, que ni las personas mayores sabían los años de su plantación, uno de mis abuelos, me comentaba, hay viñas o majuelos, que deben tener más de trescientos años, creo que no se equivocaba, sus troncos casi roídos por el tiempo, se podían romper a patadas, sin dejar la cepa de dar uvas. Sus rastros en el Verdejo, eran como de siglos amontonados. Y sus raíces se extendían por debajo del suelo, sin apenas notarse. Todos aquellos signos, eran los que principalmente, hicieron la emigración forzosa. Las calles de Baracaldo, y otros lugares del Norte, fueron llenándose de segadores, que trabajaron en canteras, en fábricas de fundición de hierros, y en diferentes sitios o lugares, donde sacaban sus salarios sin conocer el paro. Las escuelas de La Castilla Profunda, se quedaban sin sus alumnos, donde empezábamos, 55, niños el curso, y terminábamos menos de 50, niños, mejor dicho, al iniciar el curso, pasábamos de 300, niños en total, las niñas eran la mitad de esa cantidad, que al finalizar en junio, se habían quedado en un promedio de 260, niños más o menos. Cada año al terminar la siega, era la misma canción, las maletas en el coche de línea, y con ellas las familias inmigrantes, camino de diferentes lugares, eso sí, con la esperanza de empezar una nueva vida, en donde fuera posible, sin poner trabas a ningún empleo. Hoy reflexionando sobre aquellos años, se me viene a la memoria, la cantidad de compañeros que perdí, algunos con muchas ganas de aprender y abrirse camino en la vida, como años después he comprobado. Yo también estuve a punto de ser uno más en ese difícil camino sin retorno, pero mi Padre aconsejado por mi Abuelo, decidió quedarse en la villa, cuando tenía los burros y las pocas propiedades medio contratadas, mi Madre no quería ser inmigrante, era amante de su tierra y sus costumbres, la familia de mi Padre vivió en La Castilla Profunda, que yo tenga papeles, desde el año 1545, pero hoy todos los hermanos, nos marchamos a buscar una nueva vida, sin olvidarnos de nuestras raíces, y de nuestros antepasados, que también fueron segadores… G X Cantalapiedra.
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